domingo, 7 de diciembre de 2008

LAS HUANQUITAS AGUADORAS SE AVIVAN


En un periodico cerreño de julio se lee:

"AGUADORAS.- No podemos silenciar las muchas quejas que recibimos a diario en contra de este gremio. Todos concuerdan con la misma denuncia; nos dicen que por cada tarro de agua cobran diez centavos y llevan solo a donde les da la gana. Ahora preguntamos: ¿Qué es lo que dejan las huanquitas para el bien local a cambio de la numerosas pesetas que se llevan a su pueblo?...¡NADA! vienen sin nada y se llevan, no una fortuna, pero sí su comodidad. y no somos los primeros en decir esto; año tras año la prensa habla y habla sin encontrar un padre del pueblo que detenga en su camino de especulaciones a estas bienaventuradas mujeres"

Otra plaga que siempre ha castigados al pueblo, es la de los "vagos". En la misma página denunciante LOS ANDES, dice:

"Tal es el número de vagos que pululan en la ciudad que se hacen temible a las sirvientas que deben cumplir con sus obligaciones haciendo mandados por las noches a quienes las acechan y les quitan lo que llevan o tiene puesto. la mayor parte de ellos se situa en las puertas de los hoteles y cafés siguiendo la pista a sus victima"
(CERRO DE PASCO. HISTORIA DEL PUEBLO MARTIR 1901-1913)CPA

viernes, 5 de diciembre de 2008

LA FUNDICION "SMELTER"


Cuando el 26 de febrero de 1902, los capitalistas norteamericanos fundaban en Nueva York la CERRO DE PASCO INVESTMENT COMPANY, no hacían sino seguir fielmente una ambiciosa planificación que se había iniciado con la compra masiva de la casi totalidad de las minas cerreñas en producción y el denuncio de considerables extensiones de terreno para el inicio del trabajo de otras. Ellos sabían que en el lapso de dos años, el ramal central ferrocarrilero de la Oroya- Cerro de Pasco, estaría concluido. Para ello, el 19 de septiembre de 1902, mediante Resolución Suprema el Gobierno aprobaba los planos y perfiles de los estudios definitivos presentados por la Cerro de Pasco Railway Company, iniciándose de inmediato el tendido de este importante ramal.
Los norteamericanos estaban conscientes de la necesidad de establecer una fundición cercana al emporio minero para el tratamiento de los minerales. Con este propósito contratan al especialista norteamericano Frank Klepetco a la sazón Gerente General de la AMALGAMATED COPPER MINING con el cargo de consultor y encargado del planeamiento y construcción de la planta metalúrgica. El diligente y brillante colaborador de este notable técnico fue, William Kennedy «hábil constructor de instalaciones metalúrgicas, encargado de ejecutar los planes de Frank Klepetco, con el material que le remitieron de Estados Unidos» («Informe Anual sobre la labor de la Comisión del Cerro de Pasco durante el año 1907»-Tip Nacional Pedro Berríos, 1908:08).
Con todos los poderes y facilidades a su alcance, Frank Klepetko, se echa a buscar un lugar adecuado para la edificación de la usina metalúrgica. La búsqueda es incesante y meticulosa. Se barajan nombre y dimensiones, se estudian las posibles ventajas y desventajas; por fin se deciden por las enormes extensiones de Tinyahuarco. Ubicado al sur del Cerro de Pasco, al N.O del viejo cerro de Puntaccmarca, colosal fortaleza pre-incaica, situada a 4,276 metros sobre el nivel del mar y al oeste del cerro de Unish, en la planicie de la meseta de Bombón éste sería la primera fundición de la Compañía.
Aquellos verdes pastizales colindantes con el Alto Perú donde pastaban abigarrados hatos de auquénidos, camélidos y ganado lanar, era, al comenzar el presente siglo, propiedad de doña Isabel Góngora de Durand que a su vez la había comprado a doña Dolores Matos.
Ya dueños de estos enormes campos verdes, Frank Klepetko precisó que la planta se edificaría en la falda de un cerro con el fin de utilizar la fuerza de gravedad de la caída. El mineral sería descargado en la parte superior y almacenado en enormes depósitos de donde iría directamente a los hornos ubicados en la parte inferior.
En 1903 ya bajo la dirección de Arthur Kennedy, se inicia la edificación de los talleres utilizando estructuras de acero, cobertura de calaminas y el sistema de unidades independientes, como los doce depósitos de mineral de 2,000 toneladas de capacidad cada uno, la fundición de moldeo, la bodega, la carpintería, el taller de moldeado y el laboratorio, para que llegado el momento y, de acuerdo a las necesidades, pudieran ser ampliados. Inmediatamente se procedió con gran celeridad a la instalación de las más gigantescas y sofisticadas maquinarias modernas para aquella época. Los hornos con cargador mecánico y la casi totalidad de las máquinas, tendrían control automático.


La fundición de Tinyahuarco o Smelter como la llamaban los norteamerica¬nos, comienza a trabajar intensa y definitivamente, en enero de 1907. Después de trece años, bajo la superintendencia sucesiva de M.Casey, Gomley, Shely y Hamilton, el 31 de diciembre de 1920, mediante una publicación a nivel nacional, se hace conocer que la producción ha sido de 660'990,000.oo libras de cobre de alta pureza; 45'900,000.oo onzas de plata y 193,000 onzas de oro.
Al cambiarse la fuerza del vapor por la energía eléctrica proveniente de la hidroeléctrica, en 1908, la potencia de la planta se duplica y la producción de carbón pasa a ser de 200 toneladas diarias para las minas y ferrocarriles, y 500 toneladas para el lavadero del carbón en la fundición. Aquel año, los hornos comienzan a trabajar 600 toneladas diarias de mineral. La producción se hace abundante y continua. Hombres de todos los confines del territorio vienen a ocupar los predios de Smelter que se ha convertido en una gigantesca fuente de trabajo.
Grúa eléctrica (Smelter, Cerro de Pasco)

Es necesario mencionar aquí, que si bien el trabajo metalúrgico de Smelter traía prosperidad económica a sus servidores, la acción letal de los humos de la fundición, por otro lado, mataba lentamente el verdor circundante de vegetación, tornándose en muerto y oscuro costrón sin vida. Los pastos fueron envenenándo¬se con la consiguiente muerte de los animales que los ingerían. Finalmente los campos quedaron eriazos e improductivos. Las perjudicadas comunidades aleda¬ñas protestaron en vano. Jamás les hicieron caso. El personero de la comunidad de Vicco, Filomeno Bernuy, decía en una denuncia presentada en 1940:
«Cuando funcionaba la fundición de Smelter, los humos malograron la mayor parte de nuestros pastales, que hasta hoy se han convertido en eriazos e improductivos sin que la Empresa nos haya indemnizado ni por los pastales malogrados ni menos por la enorme mortandad de nuestros ganados» (KAPSOLI, Wilfredo. LOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS EN CERRO DE PASCO 1800-1963 Instituto de Estudios Andinos-Huancayo 1975.)

«Como explica el mencionado Ing Pedro Muñiz que estuvo por esos años recorriendo la zona en viaje de estudios: «los humos cargados de gas sulfuro¬so, en contacto con la humedad del aire se transformaba en ácido sulfúrico que depositándose sobre la vegetación, producía una acción corrosiva que llega a destruirla totalmente. Además los humos calientes arrasan en suspen¬sión polvos y partículas sólidas de acción tóxicas, como arsénico, antimonio, etc que, posteriormente por enfriamiento, se depositan profundamente sobre el terreno en una zona bastante extensa» (FLORES GALINDO, Alberto. LOS MINEROS DE LA CERRO DE PASCO 1900-1930-Lima-1974.)


En 1911, siendo Presidente de la República don Augusto Bernardino Leguía y Superintendente de Smelter el señor Hamilton, se emite la Ley N° 1491, que eleva a la categoría de Villa a la población de Smelter. El texto es el siguiente:

LEY N°1491.
EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA:
Por cuanto el Congreso ha dado la Ley siguiente:

Artículo 1º Elévese a la categoría de Villa con el nombre de Tinyahuarco, a la población denominada Smelter, comprensión del cercado de la Provincia de Pasco.

Artículo 2° El Poder Ejecutivo mandará practicar los estudios y el levantamiento de planos del referido pueblo en la ubicación que deberán tener los edificios públicos y someterá a la próxima legislatura, el provecho respectivo y el presupuesto de los gastos que esas obras originen.

Comuníquese al Poder Ejecutivo para que disponga lo necesario a su cumpli¬miento.
Dado en la sala de sesiones del Congreso de Lima, a los 25 días del mes de octubre de 1911.
Agustín Tovar, Presidente del Senado;
Roberto E. Leguía, Diputado Presidente;
Miguel Echenique, Senador Secretario;
Julio Abel Raygada, Diputado Secretario.

Por tanto, mando se imprima, publique y circule y se le dé debido cumplimiento.
Dado en la Casa de Gobierno, en Lima, a las cuatro días del mes de diciembre de 1911.

Los otros Superintendentes que se sucedieron en Smelter, fueron: E.OJaguer, J.Atkinson, que se suicidó en 1921, sucediéndole entonces los señores Spilbury y Christiansen.

El 12 de setiembre de 1917, el Presidente de la República, don José Pardo y Barreda, firma el cúmplase de la ley N° 2443 que crea el distrito FUNDICIÓN DE TINYAHUARCO. El texto de la ley, es el siguiente:

LEY N° 1443.
EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA,
Por cuanto el Congreso ha dado la ley siguiente:

Artículo Único.- Créase, en la Provincia de Pasco, un distrito que se denominará FUNDICIÓN DE TINYAHUARCO, que tendrá por capital la población del mis¬mo nombre y que está formada por los pueblos de Pasco, Vicco y Cochamarca, el casería de Sacrafamila y las haciendas de Huaraucaca, Diezmo, Racracancha, Cuchis y Angascancha. Su límites serán: por el norte, el pueblo de Raneas y los caseríos de Racco, Quiulacocha y Yanamate; por el sur, terrenos del pueblo de Ninacaca y la laguna de Junín; por el oeste, el distrito de Huayllay.

Comuníquese al Poder Ejecutivo para que disponga lo necesario a su cumpli¬miento.
Dado en la sala de sesiones del Congreso de la República en Lima, a los cuatro días del mes de septiembre de 1917.
J.C. Bernales, Presidente del Senado;
Juan Pardo, Diputado Presidente;
F.R Lanatta, Senador Secretario;
Santiago Parodi, Diputado Secretario.

Por tanto: mando se imprima, publique y circule y se le dé el debido cumplimien¬to.
Dado en la Casa de Gobierno en Lima a los doce días del mes de septiembre de 1917.

José Pardo
Germán Arenas

Ya con el rango de distrito, se conformó la primera Junta Municipal integrada por los señores: C.R.A Atkinson (Alcalde); Antenor Rizo Patrón; A. Danery; E.Paredes; A.R.Gallo, (Concejales) instalándose el 9 de setiembre de 1917. En esta oportunidad, el Agente Municipal, señor Spilbury, hizo entrega de los archivos originales a la flamante Municipalidad.

Durante la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y l918, Smelter, como todos los centros mineros del país, alcanzó un auge fabuloso. Es la época en que nuestras exportaciones superaban a nuestras importaciones. El sol peruano costaba seis dólares. En aquella oportunidad a los obreros se les pagaba con monedas de oro y esas libras peruanas equivalían a las libras esterlinas. Se podía adquirir los más suntuosos y exclusivos objetos extranjeros a precios verdaderamente bajísimos.

En aquella época había que ver a Smelter. Inclinado sobre el suave declive de la falda de un cerro tenía en ordenada continuidad, como colocadas por una mano previsora, uno tras otros, los campamentos mineros de paredes enjalbegadas de cal, zócalos negros de alquitrán y techos oscuros de orín. Allí residían los cientos de obreros con sus familiares. Muy junto al campamento, el hospital. Cercana a los bullentes talleres, la sólida Casa de Piedra, residencia del Superintendente y altos empleados de la Empresa. Más allá, otra colosal construcción de piedra de tres pisos donde funcionaba la mercantil, las oficinas generales, la estación. Muy cerca de allí, el lujoso y cómodo hotel del Club LOS ANDES, con amplios salones alfom¬brados y silenciosos de rojos cortinajes de terciopelo con festones dorados; mue¬bles suntuosos y mullidos; amplísima biblioteca con ostentosos volúmenes en inglés y español; sonoros relojes de argentadas campanillas horarias; vajilla es¬pléndida y cubiertos de plata de nueve décimos. Este era el escenario de pomposas fiestas y reuniones sociales en las que los ciudadanos norteamericanos, alternando con los nacionales, les regalaban con opíparas cenas y exquisitas bebida y alegría a raudales.

En una ala, un ambiente con llamativos trofeos de plata, el Club de Regatas LOS ANDES que aglutinaba a rudos bogas yankis de semanales prácticas en la represa de Smelter. En un ambiente contiguo a este salón, el Club de Base-Ball con todos sus implementos completos. Los norteamericanos practicaban con asiduidad este deporte, alternando con formidables novenas de la Oroya y el Cerro de Pasco. En esta sala también estaban ubicadas las mesas de billar, de ajedrez, cubiletes, naipes, mesas de impecables paños verdes donde se llegaron a jugar muy activa¬mente. En una sala adyacente, el Departamento de Redacción de la gran revista denominada THE INCA CHORNICLE, que en sus páginas, a todo lujo, nos hacían conocer las actividades smeltinas.

Y ya que de deporte hablamos, debemos mencionar a una institución que honra a Pasco: LA SOCIEDAD DE TIRO LA FUNDICIÓN N°28, constituida el 19 de julio de 1907 a iniciativa del señor Pedro Augusto Benavides con el primigenio nombre de CLUB INTERNACIONAL SMELTER, que posteriormente fue cambiado. En 1919 fue construido el local propio del Club por el Presidente don Juan Capurro, de acuerdo a los planos trazados por don José Ángulo y el amplio apoyo del Super¬intendente de la Fundición, don Matías Christiansen. Este inolvidable Club tuvo magníficas presentaciones en los campos nacionales de tiro, ocupando siempre, primerísimos lugares.

Por los demás, el deporte siempre anduvo de la mano de la juventud smeltina. Hubo grandes equipos de fútbol, como aquel que alternó con éxito con el combina¬do de Lima en 1911. Tiradores extraordinarios que flamearon la bandera del triunfo en lo más alto del mástil nacional. Otro de los más grandes representantes del deporte de Smelter fue Santiago Luchini, invicto campeón panamericano de peso mosca, héroe de mil jornadas en los brillantes cuadriláteros americanos. Mister Shelby, extraordinario corredor de autos, piloto audaz que halló la muerte en la pista Lima-Ancón en pleno ejercicio de su maestría. En homenaje a este deportista, cuyos restos mortales fueron llevados a su patria, bautizaron la estación cercana a Smelter con su nombre: Shelby. A esto hay que agregar los sonoros nombres de conjuntos musicales carnavalescos, compositores e intérpretes como Víctor Calderón Picón (Conde Calpi), Machín Porras, Carlos Tábory, Silverio Laurente, N. Herrera etc. Es decir, todo un valiosísimo aporte a la cultura musical y deportiva de nuestra tierra.

Pasadas dos décadas de su instauración y como el trabajo minero y metalúr¬gico de la compañía norteamericana iba en aumento, su directorio decide ampliar su radio de acción trabajando las minas más boyales de la zona central; para el caso aumenta la explotación de Morococha y tientan la compra de las de Casapalca. Es en este momento que deciden cambiar la ubicación de la fundición de la empresa. Necesariamente tenía que estar en una zona equidistante de sus minas y muy cerca¬na al Callao, lugar de embarque de los minerales. El sitio que eligen es la Oroya, que además de cumplir con este requisito, se encuentra a 2,000 pies de altura más bajo que Tinyahuarco. Es así que el Superintendente de Smelter, Donahue, recibe la orden del directorio norteamericano de cerrar la fundición de Tianyahuarco y trasla¬dar toda la maquinaria a la Oroya. Ante la consternación de trabajadores, comer¬ciantes, profesionales y pueblo en general, se cumple la nefasta orden. Corría el año de 1923.

Cuando se cerraron los talleres, familias enteras emigraron dejando sus casas, sus trastos inútiles....Desde entonces, Smelter adquirió ese sombrío aspecto de aldea abandonada, de ciudad aniquilada por un inmisericorde bombardeo, de luc¬tuoso escenario de una negra historia de aparecidos. Al pasar los años, todo se convirtió en escombros. Sólo fantasmagóricas piedras sosteniendo los despojos de antiguas paredes, se mantienen tambaleantes como extrañas quillas de muertos barcos náufragos. Viejos cimientos, emergiendo a flor de tierra, como óseos despo¬jos de cadáveres centenarios. Algunas paredes de piedra, en pie, estoicas, gritando su abandono con sus fauces oscuras y misteriosas: recuerdos de pasadas viven¬cias en sus mil y un resquicios. Dicen que estas ruinas eran los talleres de sólidas paredes de acero, calaminas, calicanto y piedras que ahora lucen seccionadas por el mandoble de un gigante.






Del otrora extraordinario Smelter, sólo quedan estas ruinas y las calles cubier¬tas por una costra reciente. Caserones ateridos, abandonados, donde pocas y he¬roicas familias que viven de la incipiente ganadería y el denuncio de los restos metalúrgicos, mantienen con vida a un pueblo que se resiste a morir.

RELACIÓN DE ALCALDES DE SMELTER.

1917. C.R. Atkinson.
1918. Antenor Rizo Patrón L.
1919. Segur Knudsen.
1922. Carlos Peralta.
1923. F. Abraham Medina.
1924. Juan Paulet.
1925. Lorenzo Cabello Zelada.
1925. Máximo E. Camón.
1927. Mathias Christiansen.
1930. Herminio G.Castillo
1932. Lorenzo Cabello Zelada
1934. Herminio G. Cabello.
1938. George Sutherland.
1942. CésarA.Mez.
1944. Joseph Arthur Lynch.
1945. Tomás Torres Cabello.
1950. Alejandro Medrano Tello.
1954. Jorge Casallo Moya.
1954. Luis Rodríguez Castillo.
1955. Juan C. Espinoza León.
1956. Jorge Casallo Moya
1956. Juan GalarzaCarlos.
1963. Juan Casallo Moya.
1965. Josemell A. Muñoz Córdova.
1967. Edmundo Calderón Arroyo.
1969. Pedro Benito Atencio.
1970. Liberato Quinto Sánchez
1973. Felix Castillo
1976. Fortunato Mallma Gonzáles
1976. Luis A. Velásquez Tagle
1977. Pedro Zevallos Rojas
1977. Liberato Quinto Zánches
1979. Daniel Martinez Pomadaza.
1980. Elifio Pineda Malpica.
1981. Esteban Acevedo Otrera.
1984. Walter Poma Barreto.
1987. Alberto Zelada Castro.
1989. Pedro Aliaga Ponce
1990. Benedicto Cuyubamba Valer.
1992. Alejandro Rojas Huaranga
1993. Walter Poma Barreto
1994. Walter Poma Barreto
1995. Walter Poma Barreto

TINYAHUARCO COMO PATRIMONIO MINERO
METALÚRGICO
Actualmente se encuentran restos de la Fundición de Tinyahuarco que marcaron una época de auge y alta tecnología mundial en aquel entonces.
El patrimonio está constituido por los restos de la construcción de la fundición, parte hecha por grandes bloques de roca de toba volcánica que aflora cerca de la fundición; la otra parte está conformada por construcciones en base a ladrillo y concreto. Las oficinas y el hotel Los Andes están construidos por bloques de roca. Lo más interesante del área es la residencia del superintendente, que en la actualidad es la más conservada y está habitada por familias del lugar.
Otro patrimonio que es necesario referir es la infraestructura ferroviaria, que a la fecha tiene los rieles y las estaciones del tren a vapor que en esos años abastecía de mineral a la fundición.
Este patrimonio minero metalúrgico es de gran importancia, y sería necesario darle valor haciendo algunas refacciones y divulgando su existencia, para así lograr que sea un atractivo turístico, ya que según su valoración, puede servir como fines educativos, científicos, de recreación y turismo. Por ello es necesario preservar este patrimonio que marcó un hito en la historia de la minería peruana. (Revista del Instituto de Investigaciones FIGMMG Vol. 9, Nº 18, 23-31 (2006) UNMSM ISSN: 1561-0888 (impreso) / 1628-8097 (electrónico)
EL PATRIMONIO MINERO METALÚRGICO DE TINYAHUARCO. E. Guadalupe G., A. Romero B., y otros.











viernes, 31 de octubre de 2008

La conducta de la Compañía Minera del Cerro de Pasco


DORA MAYER DE ZULEN

Ligada a la Asociación Pro-Indígena, Dora Mayer de Zulen, realizó una cerrada defensa de la vida y mejores condiciones de trabajo de los jorna¬leros de las minas del Cerro de Pasco. Su alegato constituye un documento importante que, aquí, publicamos sólo en parte.




El alegato escrito por Dora Mayer de Zulen, en 1913, con autorización de la Asociación Pro-Indígena, ha significado el auscultamiento más descar¬nado respecto de las condiciones de vida y trabajo durante la permanencia de La Cerro de Pasco Corporation. Aquí, publicamos sólo una parte con el propósito de alentar en los lectores del retorno a esta urgente fuente de consulta




La compañía minera del Cerro de Pasco, comenzó sus operaciones en el Perú en 1901. Por su magnitud, la empresa estaba designada a revo¬lucionar la vida industrial de este país. En primer lugar, los métodos primitivos que se emplearon hasta entonces en nuestra minería, fueron reemplazados por las grandes insta¬laciones mecánicas modernas y en segundo lugar, la propiedad nacio¬nal cedió el campo ante el empuje de los fuertes capitales extranjeros, que se invirtieron en adquirir terre¬nos metalíferos.

La empresa norteamerica¬na gastó más o menos 32 millones de soles antes de principiar a fundir.

Doce millones costó la compra de minas; ocho la instalación de la fundición; seis la construcción de los ferrocarriles a la Oroya y Goyllarisquizga, y otros seis la instala¬ción de las bombas, lumbreras, maquinarias y fortificación en las minas.

Los primeros procedimien¬tos de la Compañía fueron legales, ofreciéndose buenos precios a los dueños de las minas existentes, induciéndolos mediante propuestas tentadoras a enajenar sus propieda¬des, poco a poco, sin embargo, conforme se iba iniciando la Empresa en los secretos judiciales y políticos del país, resolvió aprovecharse de las debilidades que en este orden acusa, por desgracia, nuestro estado social, y entró de lleno en las vías del fraude, el cohecho y la violencia.

Nada tendríamos que decir de la fácil corrupción de los hom¬bres de negocios venidos aquí, si los pueblos anglo-sajones no se jactaran tanto de su superioridad moral sobre los sudamericanos; y partiesen del concepto de que, con proteger a sus conciudadanos, amparan la causa de la civilización y la moralidad.

Ningún argumento habla más en contra de la Compañía del Cerro de Pasco, que la inhumanidad de su conducta hacia los operarios indígenas que ocupa en sus labores. Expondremos en capítulos separa¬dos todos los puntos del régimen en que descansa esa colosal empresa, concluyendo con el tema de los accidentes y descuidos que es el más grave de todos, por el espan¬toso derroche de vidas que se reali¬za a la sombra de una irresponsabi¬lidad increíble de los gerentes del negocio.

Los trabajos que lleva a cabo la empresa se efectúan en tres lugares principales, es decir: en las minas del Cerro de Pasco, en la fundición, donde tiene sus oficinas principales, alrededor de la cual se ha formado un pueblo conocido con el nombre de "Srnelter" y en las minas de Goyllarisquizga.

El ferrocarril de la Oroya al Cerro de Pasco, de propiedad de la Compañía, fue abierto el tráfico en 1904 y tiene 82 millas de exten¬sión; el ramal a Goyllarisquizga mide 25 millas y los ramales desde la ciudad del Cerro de Pasco a las minas y a la fundición cubren 20 millas.

La Compañía posee 600 pertenencias en el Cerro de Pasco; 300 en Goyllarisquizga; otras minas adquiridas en Morococha, al lado de la línea del ferrocarril de Lima a la Oroya y la hacienda "Pana" en el Cerro de Pasco de 70,000 acres, dedicada a la industria lechera.

En 1908 había 590 hom¬bres empleados en el ferrocarril; 1600 en la fundición; 1,000 en las minas de plata y cobre; 1,500 en las minas de carbón.
Nos faltan datos exactos posteriores.

LA MANO DE OBRA
Cuando la Compañía norteamericana llegó al Perú, el jornal del operario de minas, pertene¬ciente casi exclusivamente a la raza aborigen, era para el peón de 60 a 90 centavos; para el barretero 1 sol 40 centavos, y para los mu¬chachos 40 centavos. Algunos ba¬rreteros trabajan no sólo a jornal sino por contrata, generalmente a quince soles por metro de avance, ganando en estos casos de 2 soles a 2 soles 50 centavos diarios, y aún algo más, bajo condiciones favo¬rables. En las minas del Perú se trabaja de noche y de día; regular mente el operario saca hasta nueve jornadas a la semana; puede con pequeños intervalos de descanso, que dedica a mascar coca, conser¬var sus tuerzas y trabajar 36 horas continuas; reposa 12, para volver a trabajar otras 39, y así sucesiva¬mente, durante los dos o tres me¬ses en los que aparece comprome¬tido a trabajar.

Los operarios se recluían entre los pobladores de la sierra, que viven entregados a la agricultu¬ra y son traídos a veces desde largas distancias. Se preguntará como se induce a estos hombres a abandonar sus pequeñas propiedades, que les dan el sustento, para ingresar a las labores penosas y mal retribuidas de las minas; Pues mediante el aliciente de una cantidad de dinero, que se les ofrece en forma de un adelanto, bajo la condición de que vayan a las minas a reintegrar el valor con su trabajo. Este proce¬dimiento se llama el enganche.

Hay veces que el indio necesita dinero, a pesar de su frugalidad, generalmente porque alguna persona de categoría superior lo ha explotado en su aldea natal. Algún acreedor despiadado apremia al indio; viene el agente de las grandes industrias que buscan brazos y pone a su disposición un adelanto de 50 a 160 y hasta 300 soles; lo hace firmar un contrato que sirve de instrumento para obligarlo a cum¬plir su nuevo compromiso y que le quita toda libertad mientras no se cancela la deuda con el patrón.

Hay un medio de prolon¬gar esta deuda hasta mucho más allá de sus límites naturales, ha¬ciendo descuentos en e! salario del trabajador por multas, gastos efectuados en las bodegas anexas a la negociación o introduciendo errores aritméticos en sus libretas.

No faltan operarios que habiendo sido contratados por un par de meses en una mina, no pueden moverse de ellas por un par de años o si salen alguna vez a visitar su tierra natal, tienen que regresar a cancelar su cuenta, porque la autoridad pública secunda a los empresarios en su reclamación, por doquiera que el operario demanda¬do se encuentre.

La Cerro de Pasco Mining Co. atrajo a su centro una multitud de operarios, subiendo la tasa ínfi¬ma del jornal que regía entonces, a un sol 50 centavos, pero no tardó en asociarse a los métodos de explo¬tación que acabamos de describir, y que constituyen el sistema de escla¬vitud por deuda, tan conocido de las personas en países como Ingla¬terra que se interesan por la suerte de las razas oprimidas.

LA SITUACIÓN ECONÓMICA DE LA COMPAÑÍA
El único impuesto que pesa sobre las empresas mineras es la contribución semestral de 15 so¬les por pertenencia minera, que tiene las dimensiones de un rectán¬gulo de 200 por 100 metros.

Igualmente, la importación de maquinarias, así como la de enseres y herramientas, con destino a la minería, está exenta de pago de derechos aduaneros, lo mismo que el carbón, la madera, la dinamita, azogue y todo el material necesario para la construcción y explotación de vías férreas.

Después de los grandes gas¬tos de instalación que tuvo que ha¬cer la Empresa del Cerro de Pasco; el rendimiento del cobre de sus minas era ya en 1906 de 15,000 toneladas al año. Con las nuevas mejoras en la fundición que se hicieron en 1908 se duplicó todavía ese maravilloso poder de produc¬ción, calculándose que alcanzaría.

Las hulleras de Goyllarisquizga, que proveen de combustible a la fundición del Cerro, rendían en 1906 quinientas toneladas diarias de carbón y ya en 1908 su produc¬to había aumentado a 800 tonela¬das diarias.

He aquí el provecho enor¬me que realiza la Compañía Nortea¬mericana del Cerro de Pasco, que no está menguado por gravamen ninguno digno de mención. Agre¬guemos a los privilegios que otor¬gan a la industria minera las leyes del país, la baratura fabulosa de la mano de obra, y estaríamos justi¬ficados en creer que las ventajas eran bastante para la ambición del empresario más avariento. Sin em¬bargo, el ser humano que se encuen¬tra en el camino del lucro desvergonzado, no se da por satisfecho ni con un exceso de éxito.

MINANDO EL SUBSUELO
Sin duda la más grave desconsideración de que se hace culpable la Empresa contra el vecindario en que se halla radicada, es la manera temeraria como condu¬ce los trabajadores del subsuelo, sin levantar las obras de fortifica¬ción necesarias, de manera que amenazan ruina los principales barrios de la ciudad.

En un número del "Eco de Junín" de mayo de 1909 leemos: "Las regiones de Peña Blanca y Noruega, las calles del Márquez, Lima, Santa Rosa, Piura, Cajamarca, Huancavelica y Huancayo están próximas a desaparecer de un mo¬mento a otro. La mayor parte de sus edificios presentan grietas de consideración y asimismo la super¬ficie del suelo; muchos de sus inquilinos han abandonado del todo sus casas, por no exponerse a una muerte trágica y violenta. Ya en las cercanías de la mina "Peregrina" se derrumbó un rancho, sepultando bajo sus escombros a dos pobres hombres. Las casas, propiedad res¬pectivamente de Ceferino Malpartida y Cosme Gallo, que están a inmediaciones del rancho menciona¬do, amenazan ruina, habiéndolas abandonado del todo sus inquilinos. Sabemos que sus dueños se han presentado a la Cerro de Pasco Mining Co., a reclamar el valor de sus propiedades, siendo la respuesta que les dieron los jefes de la empresa que "por qué habían fabricado sobre sus minas".

Jamás en la época anterior a la venida de los americanos, en que se trabajaban centenares de minas, se produjo un solo caso de derrumbamiento en la ciudad, por las precauciones que tomaban los mineros de no vaciar la parte alta donde descansan los edificios.

Las galerías principales de las minas del Cerro de Pasco, que tienen hasta 1,300 metros de exten¬sión, están bien trabajadas, ilumi¬nadas con luz eléctrica y protegidas por maderas de 12 por 12 pulgadas, procedentes de los Estados Unidos. Son estas obras las que se enseñan a los turistas, que propagan la fama de la colosal instalación norteame¬ricana, y no las labores secundarias donde se hallan internadas las cuadrillas que están expuestas a ser sepultadas vivas.

El nivel más bajo alcanza¬do en las minas del Cerro de Pasco es de más de 400 pies.

En agosto de 1911, presen¬tó la Compañía al Gobierno un proyecto para el traslado de la po¬blación del Cerro a Pasco a un lugar alejado de las minas, aparentando ceder para el caso un terreno, que ni siquiera le pertenece y que, según afirmaciones fidedignas, es com¬pletamente accidentado y anti¬higiénico.

Los dueños de los terrenos situados en la zona hecha peligrosa por las explotaciones mineras no tienen por que perder el valor de sus propiedades en beneficio de una empresa que sólo busca el mo¬do de expulsarlos de la localidad sin pagarles una indemnización equitativa.

Un grupo de ciudadanos cerreños formó en estos últimos años una nueva población, llamada Alto Perú, de 600 habitantes apro¬ximadamente, a corta distancia del Pueblo de "Smelter", constituido al rededor de la gran fundición de los norteamericanos. Temerosa la Empresa de que los comerciantes del Alto Perú harían una compe¬tencia apreciable a la bodega la "Mercantile", se propusieron aislar ese pueblo del suyo, separando ambos por medio de un muro de 8 pies de altura, cerrado total¬mente en toda su extensa longitud; y con una fosa profunda al pie, que impediría todo acceso en esa dirección. A más del muro debía correr un alto cerco de alambres de púas alrededor de toda la villa de Smelter, con una que otra puerta que se mantendría severa¬mente vigilada, a fin de que los empleados y operarios de la Minig Co., que pasan de 2,000 hombres, no puedan comprar ni un centavo de pan en el Alto Perú.

El Alto Perú es el lugar fun¬dado espontáneamente para reem¬plazar a la ciudad del Cerro de Pasco, condenada a perecer en un día más o menos lejano en un derrumbe causado por las labores mineras. A esta población naciente fruto de los ahorros de algunos empleados industriosos de la Em¬presa Norteamericana, se les quiere asfixiar, porque la Compañía persi¬gue el reingreso a sus áreas del dinero invertido en el jornal de sus operarios, obligando a estos a pro¬veerse en cuanto se requiere para la existencia, dentro del círculo de hierro en que los comprime. La Compañía quiere decir algún día que ha regresado a los Estados Unidos con todo el fabuloso botín del Cerro de Pasco, sin haber dejado un centavo en el país que le dio fortuna. Ruinas, muerte, desola¬ción, miseria, recuerdo de malos tratos, será su única prenda de recuerdo.

Otro punto digno de men¬ción es el peligro de los explosivos a que la Compañía expone temera¬riamente al vecindario.

En septiembre de 1909, por ejemplo, se instaló un depósito de dinamita en el lugar llamado Yanacancha, próximo a la lumbre¬ra "El Diamante".

Yanacancha no es sino una parte de la población de Cerro de Pasco, en el que se encuentran el templo de su nombre, muchas casas antiguas, y un barrio nuevo, hacia el camino a Huánuco, en el que se construían fincas en esa época, siendo todo el área bastan¬te poblada sin tomar en cuenta los operarios y empleados que trabajan en la lumbrera citada, cuyo número excedía de 200 personas.

Por mucho que se hayan adoptado medidas de seguridad para el establecimiento de ese depósito, la amenaza era inmi¬nente para toda la ciudad de la que no habrían quedado huellas en caso de una explosión. La po¬sibilidad de que una de las descargas eléctricas, tan frecuentes en los lugares de la Sierra, causara la explosión de la dinamita, hacía más imperiosa la urgencia de trasladar tales depósitos a sitios distantes, cuatro o cinco kiló¬metros, por lo menos, del Cerro de Pasco.

La fama en el mundo por la plata.


Johann Jacob Von Tschudi


TSCHUDI, Juan Diego, (Gladis, Suiza, 1818 - Viena, 1889). Antropólogo. Estudió Ciencias Naturales y Medicina en Berlín. Lcyden y París. Después, ya profesional, viajó al Perú. Estudió quechua y llegó al Cerro de Pasco, en donde observó la realidad minera. Junto con Rivero y Ustariz, realizó importantes contri¬buciones sobre la historia del Perú.



Este articulo de Johann Von Tschudi encierra un encanto especialísimo. Su enfoque de atento viajero, no sólo se detiene en el aspecto físico del Cerro de Pasco, sino que va a captar el significado integral de su universo. De allí la actualidad, de este aporte, y también la validez de sus apreciaciones.


Cuando el viajero ha llegado por el difícil camino anteriormente descrito desde la capital, siguiendo las angostas gargantas cordilleranas y los altos solitarios donde encon¬tró solamente miserables villorrios o chozas aisladas, a la cresta de la sierra de Olachín, ve de pronto delante de sí una ciudad que le causa agradable sorpresa. Buenas casas con chimeneas humeantes y protectores techos grises, le prome¬ten una cómoda estada. La ciudad es Cerro de Pasco, famosa en el mundo entero por sus ricas minas de plata. En una hondonada, rodeada por todos lados de empinadas y desnudas cumbres entre las cuales bajan caminos tortuosos, se extiende en terreno disparejo, entre pequeñas lagunas y pantanos. Pero, por grata que haya sido la primera impresión, el agrado disminuye cuando se entra a la ciudad misma. Callejuelas chuecas, angostas y descuidadas se retuercen entre filas irregulares de casas, entre las cuales, junto a miserables chozas de indios, hay vistosas viviendas que desde lejos dan a la ciudad un carácter casi europeo. Aún sin echar una mirada a las masas humanas que pululan por las calles y plazas, la diversidad de la arquitectura muestra al observador cuan diferentes tipos de gentes se han reunido para construir en el trópico, casi en los límites de las nieves eternas, una ciudad de tal importancia y de aspecto tan variado. El desolado paisaje dice a las claras que solamente una causa muy poderosa ha podido reunir a toda esta gente aquí: las ricas vetas de plata que atraviesan en diversas direcciones el valle y las montañas circundantes. Aquí la tierra nada produce en la superficie pero ha reunido a las más diversas naciones en la búsqueda de sus tesoros ocultos.
Según cuenta la historia, hace unos 215 años un indio llamado Huari Capcha pastaba sus ovejas en una pequeña pampa al Sudeste de la laguna de Llauricocha. Un día que se había alejado más de lo acostumbrado de su choza, buscó junto a una ladera del Cerro de Santiestevan protección contra el frío; encendió una fogata y a la mañana siguiente encontró, para gran sorpresa suya, que las piedras debajo de la ceniza se habían derretido y convertido en plata. Alegremente, comunicó su descubrimiento a su patrón, el español don José Ugarte, dueño de una hacienda en la quebrada de Huariaca.
Este se dirigió sin pérdida de tiempo al lugar señalado, donde, efectivamente, encontró una veta muy rica de mineral de plata que denunció de inmediato y trabajó con el mayor éxito.

Esta mina, que se llama La Descubridora, continúa en explotación. Pronto vinieron a Llauricocha varios mineros del pueblo de Pasco, distante sólo a dos horas, dueños de minas muy ricas en los cerros de Colquijirca. Buscaron y hallaron nuevas vetas y abrieron socavones. La extraordi¬naria riqueza del mineral atrajo más y más gente, los unos para trabajar las minas, los otros para proveer a la creciente población de los alimentos necesarios, formándose así, con asombrosa rapi¬dez, una ciudad que ahora cuenta con 18,000 habitantes.

En Cerro de Pasco hay dos vetas de plata muy importantes: una de ellas, la veta de Colquijirca, ha sido comprobada hasta ahora en una longitud de 6,400 pies y un ancho de 412; la otra, la veta de Pariajirca, se supone que cruza a la primera debajo del mercado de la ciudad conociéndose de ella una longitud de 6. 400 pie y un ancho de 380. De estas vetas principales salen innumerables venas de mi¬neral en todas direcciones, de modo que se puede considerar que el suelo está como atra¬vesado por una red de plata. Dos mil bocaminas llevan a estas venas. Casi todas ellas están en la, ciudad misma, en pequeñas casitas, muchas en las propias viviendas de los mineros. Una gran cantidad son de tipo superficial, otras son pro¬fundas y merecen el nombre de socavones. Pero sean o no profundas, son trabajadas en forma muy desordenada, sin más preocupación que obtener el mayor rendimiento al más bajo costo. Se trabaja solamente en sacar el mineral sin asegurar las partes peligrosas y se descuida todas las labores secundarias que ordenaría la prudencia o precaución. Por tanto, los hundi¬mientos son frecuentes y no pasa un año sin que se tenga que lamentar la muerte o desaparición de buen número de indios, sepultados en diver¬sas minas. Triste fama tiene la ahora totalmente destruida mina Matagente, en la cual hallaron la muerte trescientos obreros a la vez.

Las minas más ricas son la mencionada Descubridora, Santa Rita, Santa Rosa, Mina Grande, Santa Catalina, Mercedes, Dolores, San Judas, Jesús Nazareno, etc. Casi todas llevan nombres religiosos. Me contaron que un inglés había dado a una mina un nombre que los indios consideraron impío y que no le fue posible persuadirlos para que la trabajaran.

Cuando una mina rinde mineral muy rico, se dice que está en boya lo cual suele suce¬der casi siempre en una u otra, en vista del gran número de ellas. Hay tiempos en que se presen¬tan boyas en varias minas a la vez. Entonces la población de la ciudad se duplica o triplica.

Los obreros de las minas, que son sola¬mente indios, se dividen en dos clases. Aquellos que trabajan todo el año ininterrumpidamente en las minas, por lo común endeudados con los propietarios por adelantos, estando registrados como trabajadores de minas, forman un grupo; y aquellos que vienen a Cerro solamente atraídos por las boyas, son los llamados maquipuros. Generalmente, proceden de provincias lejanas y regresan a su tierra cuando los minerales ya no rinden tanto. En cuanto al trabajo, los obre¬ros de minas se dividen en: los barreteros, que rompen la roca para extraer el mineral, y los hapiris o chaquiris que lo sacan de los socavones. Este trabajo es sumamente penoso en los túneles empinados y angostos. Cada hapiri saca de la mina entre 50 y 75 libras de mineral en forma muy incómoda, sobre un cuero sin curtir (capa¬cho), y realiza su tarea completamente desnudo pues a pesar del gélido clima este duro trabajo le da tanto calor que prefiere desvestirse. Como los trabajos no paran noche y día, los obreros están divididos en secciones (puntas), cada una de las cuales tiene que pasar doce horas en los socavones. A las seis de la mañana y seis de la tarde se relevan las puntas. Cada una está a las órdenes de un caporal y bajo el control de un mayordomo. Cuando una mina está inundada o rinde mineral de baja ley, se paga a los obreros con dinero. Por regla general, los barreteros reciben seis reales diarios, los hapiris solamente cuatro. Pero, cuando se muestra una boya, los hombres reciben, en lugar de dinero, una parte del mineral (huachacas). En este caso, en el momento en que se relevan las puntas, cada obrero saca una manta llena de mineral (una mantada) del socavón. En el registro, que se realiza en el punto de salida, se divide en cinco partes: una de ellas corresponde a los maqui¬nistas, las otras 4/5 se dividen en dos partes, de las cuales una es para el dueño de la mina, otra para los trabajadores. Los barreteros y capora¬les tienen una participación mayor que los hapiris, y el mayordomo una mayor que los anteriores. Cuando se encuentra un depósito muy rico, los indios tratan de sacar metal escondido, para lo cual se requiere ser muy ladino pues todos los trabajadores son sometidos a minuciosa revisión cuando pasan por el re¬gistro. Los obreros me han contado, en confian¬za, que se las arreglan para engañar a los inspec¬tores.

Los dueños de las grandes minas realizan la separación del mineral en haciendas, a varias leguas de distancia de Cerro de Pasco. La labor se efectúa de manera muy primitiva y, a la vez, costosa. Para amalgamar el mercurio con el metal se llevan caballos a los circos, donde se les hace correr en círculo durante varias horas encima del mineral. Son caballos pequeños y montaraces, que vienen de los departamentos de Ayacucho y Cusco, donde los crían en cantidades incalculables. El mercurio ataca sus cascos, ya gastados por la permanencia en la puna. A pesar de que se toma la precaución de hacerlos entrar inmediatamente en agua cuando salen de los circos, estos caballos se tornan inservibles y mueren en pocos años.

En la forma deficiente como se prepara el mineral, la masa tiene que quedarse con el mercurio durante dos o tres meses antes de poder separar este último. La operación es tan primitiva como el amalgamiento mismo. La masa metálica unida se llena en sacos de lona en forma de embudos y se exprimen lo más que se puede el mercurio. El residuo, la llamada pella, se coloca en vasijas refractarias herméticamente selladas, de las cuales un viejo cañón de escope¬ta lleva a una botija. Luego, se enciende un fuerte fuego alrededor de la vasija de modo que el residuo del mercurio se volatiliza y se acumula parcialmente en el agua. Cuando después de tres a cuatro horas se ha extraído todo el mercurio, se rompen las vasijas y se saca la plata (la piña).

En el mismo Cerro de Pasco se separa bastante plata en los llamados boliches, donde se usa un procedimiento similar que las hacien¬das grandes pero en menor escala. No se amal¬gama con caballos sino con indios que durante horas pisotean el mercurio para mezclarlo con la masa mineral, una tarea que, por lo general, realizan descalzos. Entre esta gente son muy frecuen¬tes los envenenamientos de mercurio, parálisis, etc. El hecho que las vasijas de greda con frecuen¬cia estallan durante la volatilización del mercurio, contribuye a hacer endémicas estas enfermeda¬des en Cerro. Los propietarios de los boliches (generalmente italianos) no son mineros; com¬pran los minerales de los obreros, a quienes adelantan mercadería, aguardiente, etc. Sobre el cálculo de lo que les tocará en las huachacas. Por su parte, ellos reciben el dinero para su empresa de capitalistas que les cobran intereses sextuples o les entregan los materiales para amalgamar a un costo muy elevado. Sin embargo, explotando a los indios en todas las formas posi¬bles, los bolicheros logran hacer considerable fortuna en pocos años. El indio es siempre el que más trabaja y menos gana.

De acuerdo a las disposiciones legales, la plata extraída de las minas de Pasco debe ser llevada a la fundición establecida por el gobier¬no, la Callana, para ser allí vaciada en lingotes de cien libras y sellada; a la vez, paga ciertos tributos, o sea, por cada lingote: seis pesos duros por derecho de fundición, doce y medio pesos duros para el Tribunal de Minería y vein¬ticinco pesos duros por los socavones grandes para desaguar las minas. El valor de la plata oscila en Cerro de Pasco entre siete y ocho pesos duros por marco. El valor en moneda, en Lima, es de ocho y medio pesos duros.
No se puede determinar el rendimiento anual de las minas de Cerro de Pasco, porque una cantidad increíble de plata es llevada de contrabando hacia la costa y embarcada allí a Europa, sin pasar por la Callana. Así, por ejem¬plo, en 1838, un contrabando de 85,000 marcos de plata fue llevado al puerto de Huacho y pues¬to a buen recaudo a bordo de una pequeña goleta. En Lima hay negros que no se dedican a otra cosa que embarcar plata de contrabando. Lo hacen con gran audacia y tanta confianza que, si se les exige, dejan en depósito como garantía el valor de la plata en dinero, hasta que la han llevado a lugar seguro en los barcos. Se conforman con un pago relativamente moderado.

La vida en Cerro de Pasco es sumamente dura, desagradable. Sólo el interés económico puede justificar la permanencia un largo tiempo allí. El clima, descrito anteriormente, es el de la puna alta: frío, ventoso, con fuertes tempora¬les y largas nevazones. Las viviendas mejores están bien instaladas y protegidas del frío por buenas chimeneas inglesas; pero el que no per¬manece todo el día en la habitación con calefacción, dedicándose a las listas de jornales o a los libros de contabilidad, difícilmente se acos¬tumbrará al hielo tajante del aire y a lo desolado de los alrededores. Como todo e! suelo está socavado, de noche los sordos martillazos de los indios despiertan al novato, debajo de cuya cama los mineros trabajan. Felizmente, ios terre¬motos y temblores son raros en esta región. Un fuerte movimiento sísmico hundiría toda la ciudad en el seno de la tierra.

Como Cerro no produce otra cosa que plata, la permanencia allí resulta muy cara. Todo lo que se requiere para la vida es traído de muy lejos. Si bien las tiendas están abundantemente provistas de todo lo necesario y aun de lujos, los precios son elevadísimos, aumentados por los costos del transportes remoto, la codicia de los vendedores y la excesiva abundancia de dinero. El mercado, atiborrado de víveres de todo tipo, nada tiene que envidiar al de Lima, ya que la Costa, el Altiplano y la Selva le envían sus productos; pero los precios son más del doble de! valor, aun teniendo en cuenta las condicio¬nes. Los alquileres de las viviendas son también altos como no se encontrará en otra parte. La manutención de los caballos, si se les tiene en la ciudad misma, es costosísima. Cuando las heladas secan la alfalfa de los valles más bajos y la cebada se da pobremente, un caballos puede ser apenas defendido del hambre con un gasto diario de dos y medio a tres pesos duros, sin poderse alimentar como es debido. En el tiem¬po de lluvias, en cambio, el forraje es más bara¬to y por un peso se puede obtener lo suficiente para alimentar bien al animal. Por tanto, los caballos finos son enviados a Tarma o a la quebrada de Huánuco y las muías a pastar en las haciendas vecinas.

Los habitantes de Cerro de Pasco son una mezcla tan variada como no se esperarfa en una ciudad que está a casi 14,000 pies sobre el nivel del mar, en medio de la cordillera. Los pueblos de dos continentes están representados allí, porque creo que no habrá país de Europa o América que no tenga en la ciudad uno de sus nacionales. Los habitantes de Cerro pueden ser divididos en dos grupos: los comerciantes y los mineros, ambos en el sentido más extenso de la palabra. Los comerciantes son en su mayor parte europeos o criollos blancos, propietarios de las tiendas más grandes. La mayoría de los dueños de tiendas, cafés y cantinas son aquí, como en Lima, italianos, principalmente genoveses. El pequeño comercio lo realizan los mestizos, mientras los indios se ocupan de la venta de víveres que traen de regiones lejanas.

De los mineros merecen ser mencionadas dos clases: los propietarios de las minas y los trabajadores indios. Los primeros son, por lo general, descendientes de las antiguas familias españolas que en tiempos pasados tenían la propiedad de las minas de las cuales extrajeron sumas fabulosas, pero que derrocharon sus fortunas en el curso de los años. Muy pocos mineros son en la actualidad suficientemente ricos para poder realizar con sus propios medios económicos los costosos trabajos de la minería; por tanto, se ven obligados a dirigirse a los capitalistas de Lima, los cuales les adelantan las sumas necesarias a cambio de intereses de 100 a 120 por ciento anual y, además, les exigen que les entreguen los lingotes de plata a un valor más bajo que el de la moneda. A esto se debe, en gran parte la forma descuidada como se trabaja las minas; al minero le interesa librarse cuanto antes de la deuda, y al trabajador sacar la mayor cantidad posible de mineral, no importán¬doles que los socavones se hundan más tarde. Los capitalistas, por otra parte, no tienen más garantía que la palabra y honestidad de! minero y, en caso que las minas rindan mal, pueden perder los considerables adelantos entregados.

El carácter y la forma de vida del minero son la razón por la cual rara vez alcanza una posición brillante. Insaciable, no se conforma con la riqueza que le produce sus socavones. Se embarcan en toda clase de nuevas empresas en las cuales pierde el dinero ganado. Son sumamente raros los casos en que un propietario de mina, después de la gran riqueza que le deja una boya, se retire tranquilo. La esperanza de aumentar su fortuna si sigue excavando, lo empuja hacia aventuras inciertas. Las minas rinden menos, las aguas penetran en el socavón; como ya dedicó parte del dinero para ampliar la explotación, sigue invirtiendo el resto pero sin éxito, y de nuevo se ve obligado a pedir dinero ajeno para continuar. Pasan los años, la boya esperada no se presenta; finalmente, muere, sin dejar más fortuna que sus esperanzas fallidas.

Contribuye para arruinar a los mineros, además de esta terquedad de continuar en el camino iniciado, la inclinación incontrolable por los juegos de azar. En pocos lugares del mundo se juega tan alto como en Cerro de Pasco. Desde las primeras horas de la mañana están en movimiento los dados y los naipes. El minero deja sus listas de pago, el comerciante su vara de medir, para reunirse a jugar un par de horas en el curso del día. De noche es casi la única diversión en las mejores casas de la ciudad. Los mayordomos de las minas, generalmente hombres jóvenes de buenas familias de la Sierra, que han dirigido la punta durante el día, al caer la noche se sientan a la mesa verde y la abando¬nan solamente cuando oyen la campana de las seis de la mañana que avisa que les toca el turno de bajar nuevamente a la galería. Suelen perder en el juego su futura participación en una boya, mucho antes de que ésta se haya presentado. Las cantidades de dinero están en constante ir y venir; finalmente, se quedan en manos de unos cuantos, los tahúres profesionales que nunca faltan.

Los trabajadores de las minas son indios que vienen de provincias lejanas o cercanas, en cantidades especialmente grandes cuando se difunde la noticia de varias boyas importantes. Su número depende de la forma como estén rindiendo las minas. Cuando el mineral extraído es de baja ley, hay solamente entre tres y cuatro mil; cuando el rendimiento es alto, esta cantidad se triplica.

Con admirable paciencia y constancia trabaja el indio en los socavones y lo hace bajo condiciones que los obreros de minas europeos seguramente no resistirían. Esto se refiere, en especial, al hapiri. Conformándose con mala alimentación y peor vivienda, baja a la mina a determinada hora, cumple allí su dura tarea encontrando algún alivio en mascar coca cuatro veces al día, y al final de la semana, después que le han descontado los víveres y mercade¬rías entregados a cuenta, recibe del minero una cantidad de máximo un peso duro en dinero. Esto lo destina a la diversión del domingo, que consiste en consumir chicha y aguardiente hasta doce alcance el dinero o el crédito en las pulperías. Así es la vida diaria del pobre indio que trabaja a jornal fijo en las minas. Pero, cuando le toca participar en una boya, obte¬niendo, así, mayor cantidad de dinero, se dedica por completo a la bebida.

En el estado de ánimo exaltado que en ellos precede la completa embriaguez, los indios se ponen primero muy alegres y luego peligrosos, porque buscan discusiones y camorras ya sea con los blancos o entre ellos mismos; pasan gritando por las calles y atacan a los trabajadores de otras minas. Casi no transcurre un domingo o feriado sin que se produzcan serias peleas con palos, cuchillos y hondas, entre los diversos grupos de obreros de minas, cuyas consecuencias usuales son heridos graves y hasta muertos.
Grúa eléctrica en el Dpto. Uc /o.v convertidores (Smelter)

Fuera de las minas de Cerro de Pasco, que pueden ser comparadas con las de Potosí, el Perú posee muchos otros distritos mineros extraordinariamente ricos. Entre los que más producen, se cuentan los de las provincias de Pataz, Huamachuco, Cajamarca y Hualgayóc. Esta última tiene, cerca del pueblo de Micuy-pampa, a catorce leguas de Cajamarca, el cerro de San Fernando de Hualgayóc, que Alejandro de Humboldt ha hecho famoso en Europa, en el cual, en 1771, fueron descubiertas riquísi¬mas vetas de plata y que cuenta con más de 1,400 bocaminas. Los filones que cruzan en todas direcciones este cerro aislado, son tan fáciles de trabajar como rendidores. En las sierras de los departamentos sureños hay minas no menos ricas. Puno por ejemplo, tiene en las provincias de Azángaro, Carabaya y, en especial, en las de Huacullani y Puno, una buena cantidad de minas que rinden muy alto.

Un ejemplo del rico rendimiento de las minas peruanas, lo de la mina San José, en el departamento de Huancavelica. Su propietario, amigo del Virrey Castro, pidió a éste que fuera padrino de su primer hijo. Pero, como el Virrey no podía alejarse de la capital, envió a su esposa en representación suya. Para honrar a tan importante huésped, el propietario de San José hizo colocar en el nada corto camino de su casa a la Iglesia una triple hilera de lingotes de plata sobre la cual la virreyna acompañó al niño al bautizo. A su partida, el anfitrión le regaló toda la plata usada para este camino como expresión de aprecio por el difícil viaje que ha¬bía realizado por amistad a él. Desde entonces, las minas y la provincia tiene el nombre de Castrovirrena. En la actualidad, la mayor parte de las minas no son trabajadas. En la más rica de todas, murieron 122 trabajadores como conse¬cuencia del trabajo descuidado. Desde entonces ningún indio ha puesto un pie en ella. Me llamó mucho la atención de que se cuenten tantos relatos de fantasmas sobre esta mina de Castrovirreina, ya que la fantasía del minero peruano, por lo general, es pobre en este sentido.

Es sorprendente la incalculable riqueza que ha obtenido y se sigue obteniendo de las minas del Perú; y, sin embargo, se trabaja muy reducida parte de las vetas de plata, pues es grande la cantidad de ricas minas que los indios conocen muy bien pero que nunca revelarán a los blancos ni a los mestizos. Los indios se han dado cuenta de las desventajas que les represen¬ta la minería, que les trae mucho trabajo y poco provecho. Por tanto, prefieren dejar a la tierra sus tesoros y utilizarlos solamente en caso de la más apremiante necesidad. Desde hace siglos, se ha ¡do transmitiendo de padres a hijos el conocimiento de las más ricas minas de plata, como secreto inquebrantable. Nunca logrará el hombre blanco que el reservado indio le confíe estos secretos. Todas las tentativas en este sen¬tido han fracasado; aun el poderosísimo aguar¬diente carece de eficacia en este caso. En muchas provincias existe la más completa certeza de que hay fabulosas vetas de plata en poder de los indios, pero inútiles resultan todas las averigua¬ciones al respecto. Mencionaré solamente un par de ejemplos del valle de Jauja.

En el gran pueblo de Huancayo vivían hasta hace pocos años los hermanos José y Pedro Iriarte, que se contaban entre los mineros más poderosos del Perú. Como tenían conocimiento que en las montañas aledañas había plata casi pu¬ra, enviaron a un joven al pueblo para que hicie¬ra las cuidadosas averiguaciones del caso. Este se alojó en la choza de un pastor, disimulando su propósito. Después de algunos meses, estaba en amores con la hija de su anfitrión, la cual prometió a su amado mostrarle una mina muy rica. Le dijo que cierto día la siguiera mientras ella llevaba las ovejas al pastizal y escarbara la tierra en el lugar donde ella pondría su manta. El emisario hizo lo que la muchacha dijo, y a poco de escarbar encontró un socavón ya bastante profundo en una veta de metal de muy alta ley. Cuando estaba ocupado sacando mineral, lo sorprendió el padre de la joven, el cual expresó alegría por el buen descubrimiento y se ofreció a ayudarle. Después de varias horas de trabajo descansaron, y el indio viejo alcanzó a su compañero un porongo de chicha, del cual éste bebió agradecido. Pronto el joven comenzó a sentirse mal y tuvo el convencimiento de que había sido envenenado. Recogió las alforjas con el metal, regresó al pueblo y tomó su caballo para ir a Huancayo. Allí relato' el suceso a los Iriarte, les describió exactamente el sitio y murió la misma noche. Las investigaciones realizadas de inmediato no dieron resultado alguno. El indio, con toda su familia, había desaparecido y no se pudo descubrir huella de la mina.

Un fraile que vivía en Huancayo se encontraba frecuentemente en dificultades a causa del juego. Se había ganado el afecto de los indios por el buen trato que les daba y uno de ellos, su compadre, al verlo un día en apuros, le trajo una bolsa grande llena de rico mineral de plata. Como repitiera varias veces el dona¬tivo, el cura le pidió que lo llevara a la mina misma. El indio aceptó y la noche acordada lo fue a buscar con dos compañeros. Después de vendarle los ojos, lo llevaron en hombros duran¬te varias horas hasta un socavón en las montañas donde encontró mineral de plata en abundancia. Después de haber sacado una buena carga, lo re¬gresaron de la misma manera. En el camino, el cura desató su rosario y fue dejando caer las cuentas una a una para marcar la ruta. Una vez llegado a su casa y cuando los indios habían par¬tido, se acostó, firmemente decidido a buscar la mina al día siguiente. Una hora más tarde, su compadre tocó la puerta y con las palabras "Padrecito, has perdido tu rosario" le entregó un manojo de cuentas.

Durante mi estadia en Jauja en 1841, un indio que me conocía de un viaje anterior me pidió le prestara una barreta. Cuando me la devolvió días más tarde, ésta tenía las puntas* cubiertas de plata. Poco después me enteré que el subprefecto lo había maltratado y encar¬celado porque el indio vendía mineral muy rico de plata y a la pregunta dónde lo había consegui¬do respondía que lo había encontrado en la calle, cosa que nadie le creyó. Un año más tarde, cuando volví a Jauja, me visitó el mismo indio y me contó que había estado muchos meses encerrado en un calabozo oscuro porque el subprefeto lo había querido obligar a revelar la mina, pero él se había mantenido firme en su declaración. Luego, sabiendo que no lo de¬lataría, me contó, con más confianza que la que yo esperaba de él, que realmente conocía una vena ancha de plata muy valiosa, de la cual me enseñó varias muestras, pero que sola¬mente sacaba mineral cuando tenía mucha necesidad; el socavón era poco profundo y siempre llevaba el desmonte a algunas horas de distancia y luego tapaba la abertura con cactos y champas en forma tal que era imposible encontrarlo. Este indio habitaba en una misera¬ble choza a tres horas de Jauja y se dedicaba a tallar estribos de madera, viviendo pobremente. Sólo cuando venía el tiempo de las contribu¬ciones iba a buscar media arroba del mineral para venderlo en Jauja y poder pagar el impues¬to al Estado.

No citaré más ejemplos aunque conozco muchos de cuya veracidad estoy convencido. Los ya relatados bastarán como prueba de la aversión de los indios por descubrir sus tesoros y de la poca ambición que tienen para obtener riquezas para sí mismos. Es cierto que no en todas las regiones los indios son tan reservados como en Jauja y que las minas más importan¬tes fueron mostradas a los españoles por los indígenas. Pero hay que tener en cuenta que los indios del Perú, bajo los Incas, pertenecían a muchas naciones que se diferenciaban" por costumbres y carácter. No todas han manteni¬do en igual forma el recelo contra los blancos y sus descendientes. Por lo demás, los indios, en general, tienen más desconfianza de los blancos que buscan minas que de los demás. Todavía se relata con terror y repugnancia que Huari Capcha, el descubridor de las minas de Cerro de Pasco, fue echado por Ugarte en un calabozo y mantenido allí toda su vida. No me consta si esto es cierto. Lo he oído muchas veces rela¬tar por los indios como la razón por la cual no quieren ayudar a encontrar minas.

Regresemos a Cerro de Pasco. Por su riqueza, esta ciudad se ha convertido en una de las más importantes de la República y bajo un gobierno prudente y si se da a la minería una dirección racional, su importancia irá en aumen¬to y se hará digna del nombre de Cámara de Tesoros del Perú. Si bien su situación geográfi¬ca, en realidad, es alejada de las comunicaciones principales del país, en la actualidad es el centro de cuatro caminos muy transitados. Al Oeste va el que baja por la quebrada de Canta a Lima. Por este camino se lleva a la capital toda la plata que no sale de contrabando. En los pueblos de Obrajillo y Canta viven los propietarios de las grandes recuas de muías que mantienen la co¬municación comercial entre ambas ciudades. La plata convertida en lingotes, es entregada a los arrieros contra un simple recibo y llevan cargas de valor de varios centenares de miles de pesos duros hasta Lima, sin ser acompañados por los dueños y sin escolta militar. No están expuestos a los ataques por parte de los salteado¬res de caminos porque éstos no podrían llevarse los pesados lingotes sellados. La plata acuñada en cambio,va de la capital hasta Llangas o Santa Rosa de Quives con escolta militar, la cual no siempre es capaz de rechazar los asaltos de las hordas de negros.

Hacia el Este el camino lleva por la quebrada de Huariaca a la conocida pero peque¬ña ciudad de Huánuco y a los bosques del Huallaga. Al Norte va un camino que pasa por Huánuco el Viejo, un pueblo completamente destruido pero uno de los más interesantes del Perú por sus ruinas incaicas, a Huaraz, y de allí a la Costa Norte. Hacia el Sur el camino va por los altiplanos a Tarma, Jauja y las provincias sureñas.
En el antes tan rico pueblo de Pasco se separan los caminos que van a Lima y Tarma. el primero sigue por la Pampa de Bombón y el Diezmo al Paso de la Viuda; el otro, por Tambo Ninacaca (12,853 pies de altura) y el pueblecito de Carhuamayo (13,087 pies de altura), a Junín, pasando a corta distancia de un lago muy grande llamado Chinchaycocha (también de Reyes o de Junín), a 13,000 pies sobre el nivel del mar. Como de este lago sale más agua de la que entra, es evidente que lo alimentan conductos subterráneos. Sus orillas son cenagosas, cubiertas de totora y pobladas por numerosas aves acuáticas. La superstición de los indios llena esta laguna de grandes ani¬males y peces que a ciertas horas de la noche salen a tierra y causan estragos entre el ganado. Al extremos Sudeste, una parte poco profunda (la llamada Calzada), pavimentada con piedras corta el lago, estableciendo comunicación entre las orillas opuestas. Aquí hay un pueblo grande, a 13,187 pies sobre el nivel del mar. Durante la época colonial se llamaba Reyes y delante de él está la famosa Pampa de Junín, donde en agosto de 1824 se realizó una batalla decisiva por la libertad del Perú. En honor a esta jornada, se dio al pueblo y a toda la pro¬vincia el nombre del campo de batalla: Junín. De Junín, un camino de ocho leguas lleva sobre la irregular altiplanicie a Cacas, un villorio de pocas chozas, y luego, durante tres horas por quebradas angostas, el pintoresco valle de Tarma.

Los alrededores de Cerro de Pasco, en especial el camino entre esta ciudad y Cacas, en la puna, son peligrosos. Bandas de malhechores acechan a los viajeros detrás de las rocas y los matan con piedras lanzadas con hondas. Cuando hay boyas importantes en el Cerro, ese camino suele ser tan inseguro que se puede viajar por él solamente en grandes caravanas armadas.

Memorias sobre el rico mineral de Pasco



Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz

RIVERO Y USTARIZ, Mariano Eduardo de (Arequipa, 1789, Paris, 1857). Antropólogo y Naturalista. Hombre de esclarecida inteligencia, estudio en Inglaterra, Francia en la escuela Real de Minas, y en Alemania. Integro la misión de hombres de ciencias que el gobierno de Colombia contrato (1822) para estudiarla geología de ese país, requerido por Bolívar (1825) retorno al Perú. Como director general de Minería visitó, estudió y vivió un periodo prolongado en el Cerro de Pasco, en donde ocupó importantes funciones públicas. Escribió su invalorable aporte: Memoria de Ciencias Naturales y de Industria nacional y Extranjera (1827 – 1828).



El Cerro de Pasco ha merecido, a lo largo de su historia, una serie de aproximaciones de orden científico. Uno de los más enjundiosos, corresponde a Mariano Eduardo de Rivero Ustariz. Hombre ligado, cívica y productivamente a esta ciudad, el sabio arequipeño, realiza en el presente artículo un pormenorizado informe respecto de la realidad integral de este suelo de ingentes riquezas minerales.


Entre los grandes recurso con que cuenta la Republica Peruana, debe ponerse, en primer lugar, el Cerro de Yauricocha, o de Pasco, célebre en la historia de la minería tanto por las riquezas que ha dado y da, cuanto por la inmensa masa metálica que contiene, y por otras mil circunstanciaos que lo hacen notable a los ojos de los naturalistas.

Difícil es sin duda el poder de dar una descripción completa de este interesante punto, del que todos desean tener un conocimiento, si no exacto, a lo menos aproximado, para que puedan formarse una idea el minero, el filósofo y el comerciante. Mis fuerzas no son suficientes para tan ardua tarea; mas los deseos que me animan de dar a conocer al mundo literato las riquezas de Yauricocha y el modo como se trabajan sus minas me hacen vencer los infinitos obstáculos que se presentan, esperando que mis lectores serán indulgentes en dispensarme los yerros que cometa en tan complicada empresa.

Para mayor claridad dividiré esta descripción en cinco partes: 1ª. Aspecto físico y Situación Geográfica; 2ª. Descripción Geognóstica; 3ª. Modo de trabajar las minas y de extraer los metales; 4ª.Beneficios de estos y sus riquezas, 5ª. Numero de minas y producto que han dado en algunos años.

ASPECTO FISICO

La cordillera de los Andes reunida en el nudo del Cuzco, entre los paralelos de 14 y 15 grados de latitud, se divide en dos ramales: el oriental corre al Este de Huanta, Ocopa, Jauja y Tarma; el occidental va al Oeste de Castro virreina, Yauli, Huaypacha y Pasco. Cerca de Huanuco se reúnen estos, y continúan de este modo por algunas leguas. Nacen después tres ramales: el oriental se eleva entre Pozuzo y Muña, el central corre entre el rió Huallaga y el Marañon y las costas de Trujillo y Payta. En Loja forman otra vez un nudo.

Los dos ramales que nacen del Cuzco, ensanchándose, encierran la pampa de Bombon, la laguna de Chinchaycocha o reyes, y el Cerro de Pasco. Se observan en ambos varios picos colosales, cubiertos con nieves perpetuas, y son los de la Viuda, Potosí, Taguahuanca, Los de Huarochiri, Los de Oyon, y otros muchos que no están designados por nombres; uno de estos se percibe desde el cerro de Paso, y esta en el ramal Este ó Montaña Real, que divide los llanos de la sierra en que yacen los mas ricos minerales. El ramal occidental, o, como los llaman, cordillera de Oyon, se inclina a la reunión con mas celeridad que el otro, desde el mineral de azoque de Cuypán, haciendo un semicírculo bastante simétrico. El ancho de la cordillera, contando desde Lima hasta la salida del camino de Chanchamayo, es de 80 a 90 leguas, en línea recta, según un cálculo aproximativo. Entre estos ramales como hemos dicho, esta la planicie de la mesa de Bombon, que tiene quince leguas de largo, y cuyo ancho difiere de 2 a 4 leguas, si bien el lado del Oeste se extiende, aunque no lleva el mismo nombre, hasta el mismo mineral de Cuypan, distancia que se calcula en 8 leguas, sin embargo, de que no es tan llana como el Bombon. Esta elevada sobre el nivel del mar a 4,060 metros, y la laguna de Chinchaycoha tiene como siete leguas de largo y tres de ancho. Le sale un rió que le llaman de la Oroya, y se junta con el de Rancas que tiene su origen en la laguna de Alcacocha, corrientes que tributan sus aguas al rió de Jauja. Esta llanura es semejante en su configuración, posición y demás circunstancias geológicas ala de Bogota, Lampa y México. Se observa en ésta una calzada, hecha por los antiguos, de dos varas de ancho y como 3 ½ de largo, toda empedrada con piedra caliza y que es de gran utilidad en tiempo de invierno cuando las pampas están todas pantanosas, se halla entre el pueblo de Carhuamayo y la villa de Junin. Existe también un acueducto subterráneo que va desde los pastos de Racracancha hasta tambo-Inga, palacio de las antiguos Incas, cuyos restos se hallan sobre una colina que divide la pampa; aquel acueducto servirá para conducir el agua cuando el Inca iba a hacer sus visitas a los pueblos.

Entre la extremidad de la mesa o pampa de Bombon, hacia el norte se encuentra el famoso cerro mineral de plata llamado Colquijirca que quiere decir, Cerro de Plata, es el principio de los cerros que dividen esta pampa del mineral de Pasco. Existen en esta llanura varios pueblos y la villa antigua de Pasco, la que se hallan en la exterminad del noreste a las faldas de unos cerros. La celebre población de Junín esta a la extremidad del sur, a media legua de la laguna: su ruina es total, a causa de la guerra de la Independencia y de la Batalla del 6 de Agosto que se dio a una legua de distancia de la villa, marcando con signos positivos la restauración de nuestros derechos, y la ruina total del ejercito español. En tiempo de la esclavitud, se vieron regados estos campos con miles de animales que servían para dar subsistencia al hombre y para cubrir su desnudez. Mas en el día apenas se ven en sus hermosas llanuras, que producen pastos riquísimos, igual numero de cabezas de ganado al de las palmas que crecen en los desiertos de Egipto. Todo ha sido destruido por el hierro de Marte y la barbarie de los defensores de la tiranía que quemaron muchos pueblos.

El mineral de Pasco se encuentra rodeado por muchos cerros, los que forman una circunferencia; en su centro se hallan los minerales ricos de Yuricocha, Santa Rosa y Yanacancha. La cadena de cerros que forman propiamente un ramal central, con una elevación muy inferior a los otros dos encierran los minerales de plata, cobre, hierro, plomo y combustibles que hacen la riqueza del departamento de Junín. Su continuación no se interrumpe hasta reunirse un poco más allá de Huanuco. Los cerros que forman la taza o circulo de Pasco, estan cortados por las quebradas de Quiulacohca, Tullurauca y Pucayacu, la de Quiulacocha que se abre al sur este, sirve de desagua a la laguna del mismo nombre, cuyas aguas se emplean para que muelan varios ingenios. Las otras del norte y al este son las que conducen a varios de éstos establecidos en ellos, y se muelen con las aguas que vierten los cerros contiguos. Estos manantiales son origen del rió Marañon, pasando antes por la ciudad de Huanuco para formar el rió Huallaga; mas aseguran algunos que el verdadero origen esta en la laguna Lauricocha, cerca de Cajatambo. En esta taza hay tres lagunas; dos de ellas, que son las de Patarcocha, se comunican, y la de Quiulacocha, que es mas grande, sirve de desagüe a los socavones; hay algunos retazos de llanuras ala parte norte que llaman pampas de San Andrés. Por cualquier parte que se quiera salir hacia el NE y O se tiene que bajar considerablemente, y así es que en menos de una hora se encuentra un clima mas benigno y una vegetación que no se ve en Yauricocha o Pasco.

El aspecto del mineral es lo mas melancólico que se puede imaginar, cerros desnudos, cuya vista indica en el momento la esterilidad de las montanas metálicas, gentes; gentes entumidas con el frió y la falta de respiración por el aire tan delgado, vestidos usados y semblantes decaídos demuestran los trabajos y la vida tan peligrosa y agitada que se lleva bajo los subterráneos.

El Cerro de Pasco esta situado en los 10 grados 55ms, latitud Sur y 75 grados 40ms de Longitud, contada del meridiano de Greenwich. Su altura es de 5,206 varas sobre el nivel del mar; dista de la capital de Lima como a 60 leguas y consta de 5 a 6,000 almas, de las que ¾ partes están ocupadas en el laboreo de minas. Su población corta e irregular, toda hecha de adobes, y cubiertos sus techos de paja, que se hallan situadas en declive y sobre las labores de minas. El clima es muy desagradable, tanto por el frió excesivo como por la altura en que se halla. Su temperatura en los meses de Junio, agosto y septiembre es por lo regular y termino medio de 44º termómetro Fahr de día, y por la noche de 35º. En estos meses observe varias nevadas y abundantes granizos, lo que hacia bajar el termómetro considerablemente, mas aun si estos, en el mes de agosto y septiembre descendió hasta 30 y 28 grados bajo el punto de congelación. El agua comienza a helarse cuando el cielo esta despejado, desde las seis de la tarde, y la que esta en los cuartos amanece helada muchas veces; comienza a hervir a los 180 grados. Desde mediados de octubre hasta fines de abril es insoportable este clima por las nevadas, granizos y tempestades que amortiguan el espíritu de sus habitantes e impiden salgan de sus casas, por temor de los rayos que hacen casi todos los años muchas averías.

Ningún ramo de la agricultura se cultiva aquí; sin embargo de que las papas, ocas, ullucos, macas y cebada son de temperamento rígido; si se siembre la ultima en las quebradas, no granes. Pero no por esto falta en su mercado la buena fruta, legumbres y otros comestibles que se traen de Huanuco, distante 20 leguas, y de los rublos vecinos. Es tan rígido su temperamento que las gallinas no sacan sus polluelos, ni las llamas pueden procrear; las mujeres embarazadas tienen que salir del lugar a un temperamento mas templado, si no quieran que se mueran sus hijos, pero de poco tiempo a esta parte, las personas que disfrutan de alguna comodidad se ahorran este trabajo, por las chimeneas que tienen dentro de las casas, cuyo uso se ha introducido de dos años acá por los ingleses. Aunque se emplea el brasero no calienta lo suficiente.

Se observa que las personas que acaban de llegar y las que no están acostumbradas al temperamento y son débiles de pulmón padecen afecciones al pecho, faltándoles la respiración, cuando se agitan; llamase aquí esto veta pues se cree que las vetas que cruzan en los países minerales son las que producen tal efecto, haciéndose extensiva esta falta de respiración o bochorno, que proviene de la poca densidad del aire por la excesiva altura, hasta los animales se caen muertos, cuando apuran en las subidas de cuesta, con pesadas cargas. La enfermedad que acomete a los mineros es la parálisis producida por el transito repentino de una temperatura elevada a otra fría, y también por el continuo uso que hacen del azoque. Los que padecen de esta enfermedad se llaman azogados. He visto personas atacadas de parálisis que no podían ni aun ponerse los dedos en la boca, pues muchos de ellos habían tenido que sufrir por algunos ratos la respiración de los vapores mercuriales. Pero la enfermedad más común es la pleuresía o dolor de costado y la fiebre pútrida o tabardillo. La primera se cura tomando una infusión de mullaca, hierba de muy pequeña talla, que crece en las cercanías, o con la que llaman hueso de muerto. La primera planta es de hojas muy menudas y da una frutita colorada redondita. La segunda crece en los pastos y sus hojas son blancas y cortas.

La ocupación de los habitantes del Cerro, como se puede presumir, es exclusivamente el ramo de la minería. Están divididos en dos clases. La primera comprende a los mineros propietarios, y la segunda los bolicheros que benéficas aquella porción de metal que extraen los operarios que trabajan partido, y llaman Huachacas, y las que algunos otros sacan fraudulentamente. La desmoralización que se observa en todo mineral del Perú es consiguiente a la mala educación que nos han dado nuestros antecesores, al desprecio con que miramos la plata y la facilidad con que se buscan las cosas necesarias para la vida; el juego; la embriaguez, los asesinatos y la mala fe de ahí los vicios mas comunes en los lugares de minas, esta es la razón por que se dilapidan caudales ingentes de los habilitadores y las boyas que obtienen de tiempo en tiempo, echando muchas veces la culpa a las minas que por lo regular siempre producen, y no a su mal manejo, perdiendo de este modo el crédito y la confianza de los que podían serles útil. Sin embargo no deja de haber personas recomendables, tanto por su conducta como por el trabajo asiduo.


MODO DE TRABAJAR LAS MINAS Y EXTRAER LOS METALES

Las minas de Yauricocha (1) cuentan desde su descubrimiento como 198 años (los documentos lo fijan en el año de 1630), ha¬biéndose hecho este hallazgo por un indio lla¬mado Huaricapcha, pastor de ovejas de la hacienda de Paria, a la que pertenece este terre¬no. Sucedió la casualidad que estando en el sitio de Santa Rosa una noche con su ganado, formó una hoguera para calentarse y cocinar al mismo tiempo su escasa fiambre; las piedras que colocó para formar el fogón y las que estaban en el fondo se fundieron y descubrieron hilos de plata; al observar este fenómeno quedó muy complacido e inmediatamente dirigió a la villa de Pasco, distante 2 leguas, que en aquel tiempo era asiento mineral, y todas sus gentes trabaja¬ban en el cerro de Colquijirca, célebre en la épo¬ca por sus muchos y ricos metales. Habló el des¬cubridor a D. José Ugarte mostrándole sus piedras; este se puso en camino para el lugar, y convencido del informe exacto del indígena puso trabajo en el sitio de Santa Rosa y fue explotando con la mayor felicidad y abundan¬cia. A la fama de sus minas acudieron varios, y entre ellos D. Martin Retuerto, quien trabajó la mina Lauricocha, dando un socavón que fue el primero que hubo en el mineral. D. José Maiz compró de los herederos de Retuerto la mina citada en 1740 y dirigió un socavón al mismo paraje, concluyéndolo en 1760. El emprende¬dor Maiz logró la gracia de titularse marques de la Real Confianza, en virtud de una gran canti¬dad de azogue que sacó de las cajas y pagó fielmente.

Cuando se supo que los metales eran ricos y productivos, vinieron los Salcedos desde Puno a trabajar a Yanacancha y Pariajirca; estas propiedades pasaron después a la familia de los Arrietas. Todas las minas produjeron miles de miles de marcos, extraídos únicamente de los pacos; mas cuando se entablaron las máquinas de vapor en el año de 1816 por con¬trata celebrada entre los señores Abadía, Arismendi y el gremio de mineros, comenzaron a profundizarse y a encontrarse los ricos pavona¬dos, polvorillas y plata nativa; así es que en los años que estuvieron funcionando las tres má¬quinas de Santa Rosa, Yanacancha y Caya hubo una boya cuantiosa, sin embargo de que no profundizaron más que quince varas bajo los planes del socavón de San Judas, cuando debían ser 40, según la contrata.

El desagüe de las minas del Cerro se hace en la actualidad por un socavón y una máquina que está enteramente arruinada. El socavón co¬mienza desde la laguna de San Judas: tiene de tajo abierto como 400 varas y sigue después subterráneamente; en el portachuelo se divide en dos ramales, uno que va a Chaupimarca hacia el E., y el otro de Yanacancha al N., el ramal del E., pasa por junto a las minas de la Trinidad, Descubridora, San Agustín, etc., hasta la Iglesia de Chaupimarca; el del N., se dirige por San Felipe, Caya y va hasta muy cerca de la Iglesia de Yanacancha; pero en la actualidad la mayor parte está derrumbada, principalmente en el sitio llamado Chucarillo; últimamente Is Direc¬ción mandó componerlo desde la lumbrera de la máquina hasta Caya, con el objeto de habilitar algunas minas. El socavón tiene de ancho 2 va¬ras, y de alto como 2 y media, siendo su largo de 1,200 a 1,400 varas hasta el portachuelo.

Esta obra ha costado al gremio de mineros más de 100,000 pesos; fueron promotores de ella D. Vicente Amavisca y D. Bernardo Cárdenas en 1780, y se concluyó en 1800; más los ramales se siguieron trabajando hasta el año de 1807 por los señores Maíz, Alvarez y Cordero.

Sobre el socavón de San Judas está la lumbrera de Santa Rosa que tiene como 40 varas hasta el socavón: esta se ha profundizado por la compañía maquinera 20 varas abajo del nivel <-del socavón.-, pero atendiendo a la excesiva dure¬za del terreno, en el que doce hombres no perfo¬raban sino media vara al mes, no pudieron con¬cluir las 40 varas contratadas, y tuvieron que rellenar 6 varas; y a las 12 tiraron un rasgo para las minas hasta cerca de la lumbrera de la máqui¬na de Yauricocha. Este rasgo tiene como vara y media de ancho en algunas partes, y en otras menos; y de alto como vara y cuarta. Por una mala dirección se han perdido de 4 a 5 varas de su nivel, y por esto las aguas de la máquina no llegan a las labores de la mina grande Descu¬bridora, San Agustín, etc., sino al cabo de algu¬nos días. -Con este rasgo se desaguaron las mi¬nas ricas de Santa Catalina, pero a medida que se iban profundizando por las bombas de mano, las que echan el agua al rasgo, se aumentaron considerablemente, desde 50 a 300 arrobas por minuto.

Observando el gremio de mineros que ya les costaba mucho la extracción de sus minera¬ les y que el socavón no era suficiente, empren dieron el de Quiulacocha que tiene su origen en la laguna del mismo nombre; comenzaron esta obra en el año de 1806 los diputados de minerfa Leaño y el marquez de la Real Confian¬za. Su dirección es el NE : tiene de ancho como dos varas y media y de alto de 2 a 3 varas; le falta para llegar al mineral de Ayapoto, donde se encuentra el cascajo, como 200 varas, y de este último punto a la Cruz de Santa Catalina 1,000; cuenta trece lumbreras, doce comunica¬das; encampana 32 varas más abajo del socavón de San Judas. La escala del plano que hemos dado es para solo el socavón.

Esta obra importantísima que dará días felices a los peruanos ha sufrido mil atrasos, tanto por las infinitas disputas entre los mineros, como por los yerros que se han cometido en su ejecución. Las compañías de los especuladores sobre este interesante mineral han contribuido mucho a su paralización; la Pasco Peruana tomó a su cargo el seguir la obra y comenzó la de la quebrada de Rumillana; puso trabajo en Quiula¬cocha en el mes de setiembre de 1825, habiendo perforado como cuarenta varas hasta enero del año de 27, y gastado según dicen de 35 a 40 mil pesos. -Por las cuentas presentadas en el mes de marzo de 1826 por los señores Lago, Lemus y Vidal, se habían gastado en los dos socavones 29,422 y en el de Quiulacocha 16,513, sin contar con los sueldos de los directores de la compañía, comisiones etc. En vista de esto no dudo que se hubiesen expendido dichos 40,000 pesos, pues los gastos de la compañía han sido grandes y repetidos.

Informada la Dirección General de Minería de la suspensión del trabajo del socavón y de lo acaecido en la Compañía Pasco Peruana, trató de seguirlo, solicitando del Gobierno un auxilio, e invitando a los mineros a que grava¬sen sus pastas con un real en cada marco. En efecto, logró del Supremo Gobierno dos mil pe¬sos mensuales, y de los mineros su consentimien¬to. Me trasladé al Cerro y puse trabajo en el socavón el lo. de junio de 1827. Hasta el lº de enero se han corrido en el frontón principal 44 varas, y en las lumbreras,66. En la actualidad hay tres frontones, y pronto tendremos dos más, sino apuran las aguas de la 13a. lumbrera perfo¬rada en el cascajo de Ayapoto, la que está muy cerca de los planes del socavón.

Se paga la vara del frontón a 50 pesos, teniendo los barreteros que poner la pólvora, velas, etc., menos las herramientas las que da la empresa del socavón.

En el momento que llegue el socavón al mineral de Ayapoto, empezarán a benefi¬ciarse muchas minas que tienen una cantidad considerable de metales de 8 a 12 marcos por cajón. La máquina no hará entonces ningún efecto porque estando los planes más abajo de los de la lumbrera en que se halla la máquina, sus aguas deben dirigirse al desagüe general.

Otros dos socavones se han comenzado. El de Rumillana, que principia en la quebrada del mismo nombre, se decía encampanaba 40 varas más que el de Quiulacocha; pero las medi¬das hechas por orden del gremio, a consecuencia del pleito con la Compañía Pasco Peruana, indi¬can que cuando más podrá encampanar de 10 a 12 varas. El de Avellafuerte tiene su origen en la laguna de San Judas, se dirige a la Iglesia de Yancancha, está al principio y no se continuó por faltarle capital al finado Avellafuerte. Con este se podrían desaguar las minas sumamente ricas que hay en la pampa de San Andrés y en Matagente.

Los dos socavones trabajados por el gremio recibían la asignación de 12,000 pesos por el Tribunal de Minería, y dos reales de pensión sobre el marco de plata pina de los mineros; al principio se dieron por el Tribunal 24 mil pesos, y después se rebajaron a 12,000. En solo el socavón de Quiulacocha, hasta el año de 20 se han gastado 247,000 pesos.

El desagüe por la máquina de vapor es en la actualidad defectuosísimo, por razón de que no es permanente, y tronará cuando menos se piense, tanto por lo destruida que se hallan sus piezas principales, como son caldero, válvulas, conductos de vapor, bombas y pistón, como por el cilindro gastado que deja escapar el vapor continuamente. Los operarios han querido remediar este inconveniente poniendo una cajeta de champas sobre el pistón, pero todo es en vano. El cilindro tiene 25 pulgadas de diáme¬tro, el juego del pistón es de 5 pies, y hace trece golpes por minuto; el caldero tiene 7 varas, 23 pulgadas de largo, y 2 varas 16 pulgadas de diámetro; el grueso de sus planchas es de 7 líneas, las bombas de 16 pulgadas de diámetro. Esta máquina es de alta presión construida según el invento del ingeniero Trewithick; en el estado en que se halla presenta la fuerza de doce caballos y levanta el agua de 36 a 38 pies de los planes de la lumbrera al socavón de San Judas.

El agua de las minas destruye el cuerpo de bombas de hierro colado y el caldero, por el ácido sulfúrico y sulfatos que contiene en diso¬lución; se ha observado que las de cobre no son atacadas con tanta facilidad, y sería conveniente en lo sucesivo, si se quieren poner otras máqui¬nas, fuesen de dicho metal las piezas que están en contacto con el agua acídula.

Las minas del Cerro están en los sitios de Yauricocha, Santa Rosa, Caya, Yanacancha y Matagente, en la extensión de una legua de largo y un cuarto de ancho. Se encuentran en estos parajes como 558 minas, fuera de infinitos cortes; todas son mas o menos ricas, y se distin¬guen entre ellas las que están al pié y en la falda de la colina de Santa Catalina, principalmente la de Dolores, Descubridora, Mina Grande, Santa Rita, La Trinidad, Pampania, San Agustín, Mer¬cedes, etc. En Caya las hay muy ricas pertene¬cientes a Vivas y otros: en Yanacancha se dis¬tinguen las de Rosario, Animas, Jesús Nazareno, San Judas, etc., propias de los mineros Vivas y Maturana. Se asegura y hay fundamento para creerlo no obstante el poco tiempo que trabajó la máquina allí, que este sitio es más rico que todos juntos, pero en el día no se saca un grano de metal por estar sus labores bajo del agua.

Matagente fue en un tiempo el punto más rico del Cerro y lo confirman las excavaciones y escombros que están a la vista: se arruinó por un derrumbe general, en el que quedaron sepul¬tados 300 operarios, sin haberlos podido sacar.

Si el socavón de Yanacancha, o el de Avellafuerte, llegasen a este punto, se extraerían ri¬quísimos metales que compensarían gastos y fatigas.

Todas las minas de Yauricocha están malísimamente trabajadas; ningún arte ni eco¬nomía se observa en estos subterráneos; la vida del hombre está expuesta en el momento que pone el pie en los umbrales de una bocamina.

El método que han seguido y siguen para trabajar es abrir sobre la veta o capa mineral unas lumbreras de diferentes dimensiones, todas ellas inclinadas según las circunstancias (1); des¬pués siguen ¡a capa formando cañones del espa¬cio del manto, o bovedones espaciosos, sin dejar estribos ni puentes como en la mina de Santa Catalina y Trinidad. El sistema de galerías de distancia en distancia, y las comunicaciones de una a otra para la circulación del aire y faci¬lidad del transporte de los minerales, no se sigue en toda su perfección, haciéndose pozos con la misma irregularidad que las lumbreras. Ponen a los operarios barreteros en las labores o frontones indistintamente, sin seguir el méto¬do de gradas que es el más fácil y económico, según se practica en Huaipacha y en la mina de Victoria, departamento de Puno.

Las lumbreras están tan mal hechas que hay trechos peligrosísimos por la falta de escaleras, estacas u hoyos donde poner los pies, y también por estar mal ademadas o pircadas. Como la madera es sumamente cara hacen continuo uso de la piedra de cal que se encuentra cerca para rellena los trechos que lo necesitan: cuando hay proporción de enmade¬rar, lo hacen, y entonces los pedazos cortados se llaman tincas que duran según sea la madera y el peso que tienen que soportar. El socavón de San Judas y el de Yanacancha están adema¬dos con tincas. El árbol de la queñua que crece en las cordilleras es el que dura más: he visto pedazos sacados de minas antiguas en todo su ser.

Las minas de Santa Catalina, Mina Gran¬de, Trinidad, San Agustín y Sta Rita, cuyas labo¬res están más abajo del rasgo tienen bombas, movidas por los indios, de 12 pulgadas de diáme¬tro, colocadas en calderas cuadradas y bien ade¬madas de 8 a 10 varas de profundidad: en cada uno de ellas hay dos bombas; mas en las tres primeras minas hay dos cuerpos que echan de la primera caldera a la segunda, y esta al rasgo; del fondo de estas calderas tiran cañones al N. y al S. con un cierto declive para extraer los metales, y el espacio que dejan se rellena con piedras y escombros.

Los operarios entran a las minas por puntas y están diez a doce horas, los unos bom¬beando, y los otros extrayendo el metal y car¬gándolo a la acomodana o lugar de depósito que está mas cerca a la salida; descansan estos en el interior tres veces durante media hora, y es lo que llaman acullico (1).

Cuando la mina tiene buenos metales, trabajan a partido, es decir, que se les da la mi¬tad del metal que sacan a la superficie; cuando no, se les paga de cuatro a seis reales por su jor¬nal, además de la coca y velas que se les dan. La costumbre de darles metal es causa de que no haya minas bien trabajadas, y de que no subsis¬tan estribos ni puentes, porque el operario no calcula el daño, y así es que los derrumbes que se experimentan diariamente en estas minas son una consecuencia de este abuso. Se dice que Vivas y Luna la introdujeron por falta de capi¬tales para seguir las explotaciones; y no hay du¬da que es sumamente ventajosa para las personas que quieren de un golpe hacer una fortuna y retirarse de este oficio, dejando imposibilitada la mina para siempre; pero el gobierno debe velar y no consentir que se destruyan los manantiales de riqueza tan esenciales a la prosperidad de la nación.

La dirección y varios individuos del gre¬mio han hecho representaciones sobre el particu¬lar, demostrando hasta la evidencia los grandes perjuicios que resultan en la actualidad, y serán mas grandes en lo sucesivo, si se continua per¬mitiendo tal abuso; más el Soberano Congreso, por razones que no comprendo, pero que respe¬to, ha sancionado su continuación con gran de¬terioro de los intereses de los particulares y del mismo Estado, por favorecer a una sociedad que ni admite la ordenanza, ni la tiene en ningún otro asiento mineral.

La extracción de metales se hace por muchachos que llaman apires los que ganan dos o tres reales al día; o también se les paga en metal que es lo más común: esta extracción es la más penosa por no estar las lumbreras bien construidas, pues muchas veces salen gateando, todos llenos de barro y sumamente fatigados tanto por el peso como por la dificultad para salir. Los capachos de cuero que contienen de dos a tres arrobas de metal son bastante incó¬modos para este trabajo.

Al salir los operarios de la mina, cada uno saca su huachaca, es decir su porción de metal en una lona u otro género, y la abre en el registro; allí el dueño de la mina pone una estrella con cinco rayos, y quita una porción que es la quinta parte para la máquina ; se divide después el todo por la mitad que se reparte entre el dueño y e! operario.

A las minas ricas concurre mucha gente, y en particular los maquipuras (que no están matriculados en las minas, y vienen de los pue¬blos inmediatos): estos trabajan ya a partido, ya a jornal. En las minas pobres, como en Santa Rosa, siempre se trabaja por el precio de cuatro o seis reales lo mismo sucede cuando los metales están todavía bajo el agua, siendo cosa dura y muy injusta la costumbre que tiene que sufrir el propietario de dar metales cuando son ricos, y plata cuando son pobres.

BENEFICIO DE LOS METALES Y SUS RIQUEZAS
La metalurgia en el Perú no ha hecho los grandes progresos que debían esperarse de un país exclusivamente minero que encierra en su majestuosa cordillera diferentes especies de metales que requieren métodos particulares para ser beneficiados.
La amalgamación, único ramo de la me¬talurgia usada hasta el día, se ha perfeccionado desde que la inventó el minero Medina; sin embargo falta todavía mucho para que podamos mirarla con alguna perfección y sacar resultados tan ventajosos como los que se obtienen en la oficina de Hasbrucke cerca de Freyberg, donde diariamente se extrae la plata de 200 quintales, en 24 horas, perdiendo tres cuartos de onza por quintal; cuando con nuestro proceder se desper¬dicia como una libra de azogue por cada marco de plata.
Los minerales para la amalgamación se dividen generalmente en metales crudos y de quema. Los crudos que se amalgaman sin some¬terlos a la acción del fuego, son los pacos (óxi¬dos de hierro con partículas de plata nativa) los cobrizos, polvorillas, plata nativa o voladora, plata córnea (muriato de plata), carbonato de plomo, chumpes, (zinc sulfurado). Los de quema son los soroches o galenas de diferentes varieda¬des, plomo ronco (plata sulfurada), rosicler (plata sulfurada antimonial), el bronce (pirita de cobre o de hierro), negrillos (cobre sulfurado). Todos estos metales son más o menos ricos, y muchas veces se amalgaman indistintamente, como sucede en el Cerro de Pasco, con mine¬rales de diferentes leyes y combinaciones, que serán el objeto de esta memoria.
Los metales que se extraen de las minas de Yauricocha son los pacos o colorados, la plata nativa, la polvorilla, (plata sulfurada des¬compuesta), el bronce (pirita argentífera), los cobrizos (sulfuros de cobre), los carbonates de cobre y de plomo. Entre estos hay diferencia en la ley y los más pobres son los pocos que dan de diez a doce marcos por cajón. Los otros contienen muchas veces hasta 400 marcos, como se ve en los metales de Santa Catalina y de la Trinidad.

Es cosa notable que en la variedad de metales que encierra el cerro de Yauricocha no se encuentren cristalizaciones, á excepción de algunos cristalitos muy pequeños de carbonato de plomo en prismas muy delgados y de soro¬ches en láminas tales que por su clivage , se puede determinar la forma del cristal. La plata nativa se encuentra con frecuencia en las minas de la Trinidad, Santa Catalina, Mina Grande, Dolores, etc., macizos de bastante consideración y plata diseminada he visto con repetición proce¬dentes de las primeras minas, y sobre todo de la de Dolores perteneciente al minero Maturana, la que no se trabaja en la actualidad. Según lo que tengo observado y el resultado del examen prolijo que he hecho con estos minerales, la plata nativa proviene de la descomposición de la pirita de hierro.

Los mineros están satisfechos cuando las minas trabajadas producen en abundancia la polvorilla, o cuando el metal es de un color rojo que aunque no es tan rico como el otro se encuentra en mas abundancia y ofrece una boya más permanente. Esta clase de metales producen las minas de la Descubridora. San Agustín y Pampania. Es digno de observarse que todas las minas no dan los metales en pedazos sólidos, como sucede en las de los pacos, y que hay casos en que todo se reduce a una masa deleznable que forma muchas veces una especie de barro con el agua, manchando las mantas y vestidos de los mineros.

Reunida una cierta cantidad de metales, vienen los arrieros a conducirlos sobre llamas, cargando cada una de 3 a 4 arrobas, y llevan a las haciendas de beneficio, que están en las quebradas a ciertas distancias, los que se muelen en los ingenios de agua. Estos se componen de una rueda horizontal armada de cucharas o pale¬tas en donde hiere el agua, de 5 varas y media de diámetro, movida por un chiflón de 15 a 18 varas de largo con una inclinación de 18 a 20 grados; al eje de la rueda que sobresale a la mesa o bóveda del cárcamo, le atraviesa el peón de hierro que sostiene la piedra voladora , de una tercia de ancho y 11 cuartas de diámetro, la que reposa sobre la solera de una vara tres cuartas de diámetro y una vara cuatro pulgadas de grueso. Hay dos clases de estos ingenios, los unos tienen la rueda horizontal bajo de la piedra voladora y los otros encima; estos últimos llevan el nombre de Tabladillo. Hay otro tercer ingenio denominado Rastra cuyas piedras están coloca¬das a la extremidad de un pedazo de viga que atraviesa el eje de la rueda; a estas piedras se les abre un taladro a fin de sujetarlas por cueros o cadenas, para que no se muevan por el impulso de la rueda que las arrastra. Hay dos modos de moler los metales; uno que llaman por sutil que es con el agua, y el otro en seco; siendo preferible el primero por razón de que la harina (Schlich) sale más fina e impide que se levante polvo, con el que seguramente van cantidades de plata.

El metal echado por un operario sobre la solera y molido con el agua que viene por un canalito a reunirse con el metal, sale en un esta¬do de sutileza que es capaz de ser llevado en sus¬pensión por el agua misma a las cochas o depó¬sitos donde se precipita. Cuando hay una canti¬dad suficiente y están en estado de cargarse en mantas, los operarios acarrean las masas al buitrón o circo, en caso que los haya. El buitrón es un patio cuyo tamaño y ancho difiere; está muy mal empedrado al aire libre. El circo es un espacio rodeado de una pared de vara y media de alto, que forma un círculo perfecto de diez a doce varas de diámetro; en su centro tiene un poyo en el que está clavado un madero con el fin de atar los caballos y mantenerse en pié e! operario que los arrea. Siendo mi objeto el mineral de Pasco, me contraeré únicamente a hablar del beneficio por caballos, por ser el que están en uso y ofrece más economía, pues el de buitrones es laborioso y acarrea más pérdidas.

Antes de entrar en el detalle del benefi¬cio en una escala mayor por medio de los caba¬llos, es preciso que de una idea de los ensayos que se hacen para conocer la ley de los metales que se van a beneficiar. El minero, ansioso de saber si el fruto de sus trabajos compensa sus fatigas y desvelos y si merece el que se hagan gastos en su beneficio, trata primeramente de hacer un ensayo con una libra de metal molido, a la que le añade media libra de sal, un poco de agua y, por primera vez, la cuarta parteo media onza de azogue, según parezca rico e! metal; teniendo cuidado de mezclarlo todo para incor¬porar bien el azogue y la sal; al cabo de horas coge su chuga o platillo, único termómetro que le suministra los grados de beneficio en que se halla y las sustancias que se requieren para hacer rendir más plata, como dicen, a los meta¬les. Si se toma una porción de esta masa y se le quita todo el relave con cierta maña a que están acostumbrados, se descubre la lis, es decir las pequeñas partículas de azogue y plata muy remolidas; si la lis es de un color aplomado sin ningún brillo y reunida con el dedo pulgar resulta ser azogue, entonces se dice estar muy caliente, cosa que se remedia echando un poco de cal viva y dejando reposar la masa. Si el mer¬curio toma un color blanquizco medio amari¬llento y la lis es oscura y sin brillo, y forma unos glóbulos, entonces es señal de estar frío, y le echan el magistral (tritóxido de hierro). Cuando la lis está brillante de un color plateado, y toca¬da con el dedo se reúne inmediatamente forman¬do un cuerpo que es como pella, o como llaman vulgarmente afrechera, entonces va muy bien el beneficio. Si exprimiéndola pella se nota todavía azogue no la Ñapan; pero si no hay indicios de este cuerpo, tienen que añadirle inmediatamen¬te al ensayo o circos. Cuando las masas benefi¬ciadas no están en buen estado, usan mil reme¬dios, como el de echar cal, cieno podrido, es¬taño, cobre o más magistral. Los metales pacos que contienen galena, se incorporan con azogue, al que se añade estaño en proporciones diferen¬tes; para esto hay una tabla que indica que a tantas libras de azogue corresponden tantas de estaño. Esta composición lleva el nombre de Pire; la usan mucho por Potosí y Oruro; más en Pasco se ignora, y es de desear que se abandone enteramente, pues, como lo tengo dicho, todo beneficio complicado y en el que se acumulan sustancias perniciosas se debe prohibir. La opera¬ción de la amalgamación, mientras más sencilla sea, ofrece menos pérdidas de azogue y plata, y sus resultados se ven más pronto y con más economía. El hierro metálico en dados cuadra¬dos es el único ingrediente que acelera y favore¬ce la amalgamación porque descompone el muriato de plata, y porque tiene afinidad con el azufre. En las experiencias que he hecho con metales diferentes, y principalmente con el mu¬riato de plata de Huantajaya, me he convencido que tan solo con el hierro y un poco de sal se obtiene, al cabo de algunos días toda la plata reunida al azogue.

Este descubrimiento del que sacan par¬tido en la amalgamación los sajones, fue inven¬tado por Carlos Lorso de Leca en 1586. Es tan importante, el hierro que desearía que además de los pedazos que se le echan a la harina (Schlich) se empedrasen los circos y buitrones con placas de él o se hiciesen barriles de lo mismo, y sería útil también que los caballos estuviesen todos herrados: entonces puedo asegurar que en vez de estar las masas dos y tres meses en los circos y sufrir grandes pérdidas de azogue, en poco tiempo* y con mucha más economía se obtendrían sus productos.

Vamos ahora a examinar el beneficio en los circos. Las masas o Schlich puestas en el circo en cantidad de 8 a 9 cajones del peso de 62 y medio quintales cada uno, se mezclan con 50 arrobas de sal, cuando, son de pacos, pero si entran metales ricos se aumentan 10 arrobas más. Después de mezclada la sal por los caballos con un poco de agua que llaman hormigueo, le echan el azogue en la proporción de 50 a 100 libras, entrando en seguida los mismos caballos, los cuales están dos o tres horas repasando; un muchacho parado en el poyo los arrea y hace darles vueltas en diferentes direcciones. Al sa¬lir estos, les lavan los pies en un pozo que está cerca del circo; dejase reposar por algunos días más la masa hasta que el beneficiador, después de haberla examinado en la chuga , cree por conveniente yaparle más azogue o curarla, es decir, si está fría echarle magistral, y si caliente cal con cieno podrido. A un circo de estos ¡e dan en lo general 5 repasos con 6 u 8 caballos y dura su beneficio 2 o 3 meses. Cuando está en estado de lavarse, lo que se conoce por la lis floja, y tiene algún azogue, se le añaden de diez a veinte libras más de este para que se acaben de reunir todas las partículas, y se le da el último repaso. Concluido esto, echan bastante agua en el circo para que se deslía la masa y salga por un conducto a los lavaderos que están junto a los circos. Aquellos consisten en varios pozos unidos por un canal en el que ponen bayetas o jergas para recoger la pella. Dos o tres hombres están continuamente removiendo con los pies la masa de los pozos para ayudar al agua a llevar todo el relave o barro, y que solamente quede la pella pura: esta se recoge y trae al almacén en donde se mide en unos porronguitos o vasos de barro que equivalen al peso dado; en seguida se echa en la manga de brin, cuya forma representa un embudo y cuya parte más ancha tiene un círculo de hierro; aquí destila y queda por último la pella bastante seca. En este estado la sacan para introducirla en unos porrongos de barro, que resisten al fuego, fabricados en los pueblos inmediatos: cada uno cuesta de dos a tres reales, según sea el tamaño. Colocada así la pella en el interior de la vasija, le ponen un cañón de fusil de dos varas de largo, y curvo en la extremidad que entra en el agua, y embarran la boca con una arcilla amarillenta. Preparado de este modo lo colocan en una posición inclinada sobre uno o -dos círculos de hierro; la extremidad del tubo entra en una media botija de agua, donde se condensan los vapores mercu¬riales; en seguida, rodean la vasija de champas y encienden el fuego que dura tres o cuatro horas hasta que usando de la expresión de los refogadores no boquea. Concluyese así esta operación que es riesgosa, porque rajándose el porongo está expuesto el operario a recibir vapores per¬judiciales a la salud y causa de los muchos paralí¬ticos que se ven en el Cerro. Al mismo tiempo sufren la pérdida considerable de azogue. La pina se saca después quebrando el porongo, -lo que hace costosa esta operación. Ignoro cuál sea la causa de haber abandonado las cape¬ruzas de barro preferibles a todos menos a las de hierro.

Cuando los metales son ricos, se añaden dos terceras partes de los metales pacos y enton¬ces llevan el nombre de chacurrusca. El objeto de esto es para que salga la pina mejor, haya menos pérdida y se complete el circo; pero es también de advertir que aunque se beneficien en 15 ó 20 días, requieren más sal, más repasos y se experimentan pérdidas considerables, lo que proviene de la pirita descompuesta y otros sulfuros, que, en mi opinión, deberían sufrir la quema para que pudiesen ofrecer más ganancia.
Siendo ricos los metales se hace una mezcla con los más pobres, poniendo del rico una tercera parte. Más los gastos se aumentan por ser necesarias 10 arrobas más de sal y porque hay más pérdida de azogue, de suerte que el metal de 100 marcos tiene sobre los gastos anteriores......399—6
por 10 arrobas de sal ..... 8—6
Por 200 libras de azogue per¬didas en 2
cajones del metal rico, a 150 pesos el quintal....300
Total…… 684-4

Es incalculable el costo que tiene la extracción del cajón de metal rico, pues se saca de las minas de desagüe con máquinas de vapor y bombas de mano que usan los mineros, siendo esto muy gravoso. Es una verdad que se ha visto progresar más con ¡os metales pobres, por la ra¬zón anterior del desagüe y costumbre de guachacas o pago de operarios con metal.

Las haciendas en que se benefician mas metales, tienen mayor proporción y cuentan con lo necesario son San Miguel de Tiñauco, de D. Nicolás Lecuona; Ocoroyo, de D. Miguel Otero; Huaurupampa, del coronel Sánchez; Quiulaco-cha, de D. José Lago y Lemus, el que tiene un ingenio nuevamente construido que con una sola rueda hace mover dos piedras; Quiulapampa, de D. Casimiro Arrieta y San Lorenzo, de D. Ra¬món Puga. Además de estas hay otras mediana¬mente surtidas y su número se verá por el pe¬queño estado que sigue. Para formar una hacien¬da hasta ponerla en corriente se necesita gastar cuando menos 4,100 pesos.

DEL NUMERO DE MINAS Y PRODUCTO QUE HAN DADO EN ALGUNOS AÑOS
En otra parte de esta memoria hemos dicho que no hay palmo de tierra en el Cerro de Yauricocha que no tenga dueño y en el que no haya una mina o un corte. Por una razón presentada por los mineros en el año pasado, se cuentan 558 minas, no entrando en la cuenta infinitos cortes que pasan de más de 1,000, ni tampoco las minas que están a cierta distancia del Cerro, y por un cálculo prudente se pueden regular a más de 2,000, pues según la razón que en el año de 26 dio la junta de minas sobre las aguadas derrumbadas y que no tienen dueño, pasan estas de 450.

De número tan crecido es doloroso el ver que cuatro o cinco son las que se trabajan y dan el producto tan considerable, como se podrá ver en los dos últimos años de la planilla adjunta; estas no llevan un continuo trabajo, a causa de que descomponiéndose la máquina tienen que parar el desagüe. Las únicas que se siguen, sin embargo del poco beneficio que dejan son las de pacos.

No hay la menor duda qe si el mineral de Pasco se trabajase según las reglas del arte y hubiese un desagüe permanente, podrían sobre¬pasar sus productos a los de Guanajuato, Potosí', etc., que se distinguen en las minas del continen¬te Americano; pues la masa metálica y riqueza que tiene en las profundidades es asombrosa y pone fuera de cálculo lo que puede dar, por lo que se ve ahora y se ha visto en las minas princi¬pales a tan corta distancia de la superficie; y así no será extraño que el socavón permita el rebajar más abajo de los actuales planes y se encuentren así riquezas inmensas que saquen a los mineros y al Estado de sus apuros. Esto podría efectuarse aun antes de que llegue el socabón a Santa Catalina, si se colocasen las má¬quinas de vapor que se hallan en la capital. Por el estado de los productos que acompaño de este mineral, desde el año de 1786 hasta el de 20 en que comenzó a decaer por la guerra, se verá la enorme suma que se ha extraído de su superficie sin contar con lo que ha salido por alto. Los años de 21, 22, 23, 24 y 25 faltan de razón por no haberse podido conseguir datos.

Para que se tenga una idea de lo que se verificaba anteriormente en este mineral por los primeros mineros, insertaré aquí algunos datos: D. Francisco Calderón en 23 años fundió 298,490 1/8 marcos de plata, invirtiendo 2,172 quintales 8 y 1/2 libras de azogue y dio de quintos 295,380 pesos 2 reales. D. Antonio Álvarez en 15 años fundió 298,390 1/2 marcos; pagó en quintos 295,260 y compró azogues por 2,170 quintales. Antonio Álvarez Moran en 17 años fundió 335,850 1/2 marcos, dio en quintos 334,949 pesos y compró azogues 2,797 quintales 79 libras. Los Yjurras, Avellafuertes y Vivas, en tiempo de sus boyas, segura¬mente fundieron mucho mas, pues eran pródigos al extremo y han dejado hasta ahora nombre las minas que producen estas riquezas: una de ellas es la Mina Grande, la Trinidad, etc. En el día el azogue está caro, aunque ha bajado mu¬cho, pues en el año pasado se vendía a 180 y 190 pesos quintal, y no se encontraba: en la actualidad se compran en la capital a 65 pesos y en Pasco a 80 y 90. Huancavelica ha estado supliendo en pocas porciones; pero es tan corto el producto de sus minas y tan caro que no cos¬tea ni los azogues ni tampoco a los compradores, y ahora que está en precio tan bajo no deja utilidad el llevarlo a ningún mineral.

NOTA.- Desde la época en que se publicó esta Memoria ha aumentado la población del Mineral de Pasco, llegando a él muchos extranjeros y abriéndose más minas a beneficio del socavón que se ha seguido perforando siempre y del estableci¬miento de nuevas máquinas de vapor.
Lo que mas ha contribuido a acrecentar los trabajos en estos veneros ha sido el haberse disminuido y quitado, por fin los derechos sobre la pina de plata y el haber bajado los precios del azogue; influyendo esto último en que los metales de escasa ley, como los cascajos, se estén beneficiando hoy día en grande escala y den el corriente, así a las haciendas que existen desde mucho ha, como a las que se han levantado de algún tiempo acá.

OBSERVACIONES
1º.- No hay duda que este mineral es el mas rico de todo el Perú y quizá de todas las repúblicas, tanto por la ley de sus metales cuanto por su abundancia; pero desgraciada¬mente se está trabajando bajo un sistema tan ruinoso y con tan poca economía, que es de temerse que si el Gobierno y los mineros no to¬man enérgicas medidas para que se corten tantos abusos, se arruine este manantial de riquezas dentro de muy pocos años. Cuatro causas son las principales que impiden el progreso de la minería en este asiento:
I. La falta de brazos que se observa en todos tiempos y principalmen¬te en los de las cosechas y fiestas, que son fre¬cuentes, y en las que perecen y se atrasan mu¬chísimos
II. El modo con que se trabajan las minas ricas, dando partida de metales a los operarios llamados Guachacas, quienes destru¬yen las labores y causan los derrumbos conti¬nuos que se experimentan casi en todas las minas. De esta causa provienen males infinitos que se han hecho ver por la dirección de Mine¬ría en unas observaciones emitidas al Supremo Gobierno.
III. La falta de otras máquinas para que haya un desagüe continuo, pues cada parada que hace la que existe, arruina las minas y sus labores, obstruyéndose los caminos, llenándose las calderas y los bovedones de agua, y costando para ponerlas expeditas otra vez, muchos miles, y dos o tres meses de tiempo.
IV. Las disputas continuas y arbitrariedades que se cometen por los jueces de paz y de derecho, las que influyen sobre manera en el trabajo de las minas, sin em¬bargo de que la ordenanza de Minería no permite otros jueces que los del ramo.
A estas causas es preciso agregar otras de no menor importancia y son: la poca unión que hay entre los mineros, que muchas veces porque el vecino no logre parte del beneficio que hace por el desagüe de su mina u otros incidentes no pone trabajo y prefiere que los metales ricos que tiene su mina estén en las entrañas de la tierra; las pérdidas considerables que experimentan en los beneficios de sus metales; lo caro del azogue, lo recargada que está con derechos la pina, las mermas en la fundición, y, en fin, la falta de fondos y el precio bajo a que les compran la pina los habilitadores; todo contribuye para que el minero se halle en una inercia y desconfíe de sí mismo, de sus minas y aun del mismo Gobier¬no, que, como dicen todos, no procura fomentar el ramo, ya sea poniéndoles bancos de rescate o habilitándolo con azogue como antiguamente. Verdad es que la falta de cumplimiento en las contratas con los mineros, y los vicios que se les atribuyen, inspiran una desconfianza para habi¬litarlos; pero se debe reflexionar también que la educación que han recibido anteriormente, ha sido defectuosa, y que el Gobierno bueno es el que hace buenos a los habitantes de una nación. Sin embargo no deja de haber mineros honrados, de probidad y conocimientos y muy trabajadores.
Con motivo de haber visitado la direc¬ción casi todas las minas y haciendas de este asiento mineral, es de sentir que el Gobierno procure, si quiere tener una entrada segura de muchos millones, que se entable un régimen estricto en el laboreo de las minas; que cada una de ellas tenga un número de operarios fijos y que no puedan ir a otras en donde hay meta¬les, como sucede ahora; que esté provisto siempre el asiento de azogues; que no suba el precio de sesenta pesos; que haya, por lo menos, dos o tres máquinas que se auxilien unas a otras; que se ponga un banco de rescate con fondos suficiente, para que el minero no sacrifique su pina, y no se le pague sino a precio regular; que se quiten los boliches, que son tanto mas perju¬diciales cuanto que consumen mas azogue, em¬plean' un número considerable de gente que podía estar en las minas y fomentan el v robo clandestino de metales que se procure siempre se adelante el trabajo de los socavones, y se emprendan otros para1 habilitar muchas minas ricas; y en fin, que se rebajen los derechos para que los contrabandos sean menos e ingrese más en el Erario.

2º. Los mineros, para formar un cálculo prudencial de la ley de los metales, someten a ensayo una libra de masa bien pulverizada, con el cargo o aplicación de un adarme de azogue; y si seca, u ocupa el azogue la plata contenida en la harina metálica, corresponde a seis marcos dos onzas el cajón.
Si absorbe la libra de masa dos adarmes completos, sube el cajón a doce marcos cuatro onzas; y si cuatro adarmes o una cuarta de onza, a veinticinco marcos, y así gradualmente se va formando el respectivo cómputo.
Según un cálculo aproximado, la pérdida del azogue, desde que se incorporan los cuerpos hasta que queda refogada la pina, es a razón de setenta y cinco por ciento.
Se hace preciso tratar de la comporta¬ción de los bolicheros en su manejo. Estos espe¬culadores dan principio a su giro con cincuenta pesos, y a la vuelta de dos o tres años, se recono¬cen con la fortuna de ocho o diez mil pesos. Los cincuenta pesos de principal es el valor de un batán, titulado boliche, que se forma de una piedra convexa y otra cóncava: en él muelen una carga de metal, y exigen de derecho cuatro reales, y a veces cinco, midiendo dicho metal en capachos de poco volumen.
Exigen al habilitado dos reales por el importe del agua destinada al beneficio de dicha carga de metal.
- Un real por el que la echa.
- Un real por el chancador, que así nom¬bran al que quiebra las piedras metálicas.
- Cinco reales de moledor, que es el ope¬rario que le da impulso a la piedra convexa.
- Un real por la cocha, noque o recipien¬ te donde se deposita la masa; y si está cubierta de madera exigen dos reales, y uno por desa¬guarla.
- Un real por extraerla, y colocarla en un cuero de toro, cobrando el bolichero por el al¬quiler de este dos reales, de modo que un pellejo hasta que se inutiliza rinde la decente produc¬ción de sesenta o setenta pesos; y lo mismo o más ofrece un azadón, por el cual cobran un real al incorporo, y medio real cada vez que lo per¬cibe el operario para mover la masa.
- Dan la sal con el gravamen lo menos de cuatro reales en cada arroba.
- De una libra de magistral, que vale cua¬tro reales, sacan dos pesos.
En cada libra de azogue ingresan cuatro reales, de modo que todos estos gastos calcula¬dos con respecto a un cajón, vienen a importar cincuenta pesos, que son otros tantos de utili¬dad al bolichero, por sólo una parada o batán.
Se hacen conducir las masas a la tina que es una laguna de agua que tiene a su dispo¬sición el bolichero, quedándole los relaves, que le son de bastante utilidad.
Concluida esta operación constituye él la pella en la manga, y después de bien exprimida, para ponerla en el último grado de sequedad, extrayéndole todo el azogue, la recibe a razón de tres libras por un marco, que satisface al habili¬tado a seis pesos dos reales; en cuya negociación hay el ingreso de un marco en cada nueve, después de refogada la pella, y rebajado al mismo tiempo al habilitado el consumo de media libra en la extracción del azogue.
En todo conviene el operario habilitado, pues por corta que sea la utilidad que reporte, se complace puesto que el metal que le ha entre¬gado al bolichero, no le cuesta más trabajo que el de entrar en una mina y sustraerlo indebida¬mente.